Visto y Oído

francisco / andrés / gallardo

Siberiana

NO nos bastaba con el biruji que tenemos encima. Cuatro estrenaba en este domingo pasado tan de diciembre su 'Españoles a pique de un repique', Qué hago yo aquí, entre la tundra siberiana. Siberia rompía el hielo de esta serie con vocación sensacionalista. Una hora refrigerada con un entorno tan inhóspito que también llegaba a enfriar el propio reportaje de Elena Ortega. Mucho témpano y poco termómetro para explorar el rastro de esos paisanos que ahí no dan nada de envidia. En un campo tan trillado como nuestros emigrantes con su vida a cuestas, Qué hago yo aquí sigue el camino de otros programas similares pero con la curiosidad, y siempre la sorpresa, que dan las condiciones extremas, como ya hizo Mario Picazo. No son retratos psicológicos (es un programa que no tienen ambición de ser de La 2), pero colecciona un fotomatón simpático. En este caso la intención turística desaparece cuando incluso el equipo se tiene que refugiar en un comercio antes de que el frío deje el material inutilizable. Tranquilos, no se nos ha perdido nada en Irkutsk, el lunar central de la ancha espalda de Asia, aunque, cómo no, por allí ande una joven de Cádiz. Elena nos enseña y vive en primera persona lo que los demás, por mayoría abrumadora, no tenemos entre nuestras intenciones prioritarias. Siberia, para los siberianos.

"Anunciar el Evangelio" fue la respuesta a Qué hago yo aquí que pronunció Juan, un barcelonés con mujer y siete retoños que se marchó a la estepa para dar ejemplo. Misión complicada cuando hay que sortear capas de nieve de metros y acudir a colegios que se clausuran cuando ya están a -35ºC, a través de asfaltos congelados. Nunca mejor visto, los caminos de Dios son inescrutables.

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