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Tamames y la tercera España

Tamames, ultrajado con ferocidad durante semanas, sigue siendo el señor que conocí y admiré en 1996

Debía ser 1996 porque el curso que se celebró en La Rábida tenía que ver con el 60 aniversario del comienzo de la guerra civil. Coincidieron allí, entre otros, Stanley Payne, Aquilino Duque y Ramón Tamames. El director de aquello -el que ahora escribe-, abrigaba todos los prejuicios del mundo sobre Tamames, quien le parecía uno de esos personajes sobrevalorados que la izquierda de la Transición producía casi en serie. Pero él sí quiso venir a un curso que debía resultar sospechoso a tantos otros para exponer su punto de vista, dialogar y debatir. Y lo hizo con elegancia, muy consciente de lo que allí representaba y, al mismo tiempo, dando cuenta de una evolución que hacía tiempo había comenzado. Creo que si por algo hay que alabar la Transición es porque hacía posible esas biografías y esos encuentros. Se habló mucho allí de la tercera España ante la guerra civil, un concepto y una realidad que las leyes de memoria histórica ni mencionan en su visión maniquea del pasado.

Santiago Abascal, al elegir como candidato a Ramón Tamames para la moción de censura de estos días, no sólo ha mostrado generosidad y reconocimiento al valor de la independencia, también ha reivindicado la posibilidad de la tercera España. Hoy, esa tercera España es la que se enfrenta a los planes descerebrados de una izquierda entregada a todos sus demonios y borracha de poder y superioridad moral, pero también la que no puede adherirse a la estrategia del PP de limitarse a esperar que el Gobierno se cueza en sus propios errores. Esa estrategia no tiene en cuenta que el deslizamiento que la política gubernamental está propiciando en la izquierda puede hacer de España un país en llamas en cuanto se produzca un cambio, por muy democrático que sea. El intento de aplastamiento o asfixia de esa tercera España por las dos que aspiran a la hegemonía en una nación bipolar es la conclusión más evidente de lo que ha sucedido en el Congreso y, aún más, en redacciones y platós.

La moción de censura ha demostrado ser oportuna y más que motivada. La cercanía de unas elecciones en las que hay tanto en juego la hacía necesaria, especialmente para Vox, que ha roto el cerco de silencio y demostrado que dispone de un discurso propio bien ensamblado. En cuanto a Ramón Tamames, ultrajado con ferocidad durante semanas por su ancianidad, sigue siendo el señor que conocí y admiré en el ya lejano 1996.

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