LO bueno de la anécdota de la censura municipal de la conferencia sobre Agustín de Foxá es lo que aclara a los más jóvenes y recuerda a los más viejos con mala memoria: si alguno ignoraba o había olvidado que la censura no es patrimonio de la derecha, ahora saben o recuerdan que también lo es de la izquierda. Como venimos del franquismo -carente de seguidores pero curiosamente mantenido en vida por sus opositores tardíos, tan dados al cómodo y nada arriesgado ejercicio de estoquear toros muertos- sigue vigente el tópico de que lo propio de la derecha es censurar y lo connatural a la izquierda es defender la libertad. No había sido así en las izquierdas radicales de los años 30, ni en la Rusia soviética, ni en China o Cuba hoy. Pero eso no importa. Como aquí quien prohibía era la derecha no democrática y los prohibidos eran de la izquierda democrática y no democrática (que también la había: ¿o es que me van a decir que los "chinos" del PTE eran demócratas?), parecía que sólo la derecha censura. La señora Medrano ha recordado que no es así.
Censurar es cosa de talantes. Un demócrata, sea de derechas o de izquierdas, nunca lo hará. Un totalitario, sea de izquierdas o de derechas, lo hará así que pueda. Eso sí: el de izquierdas lo hará en nombre de la libertad que su propio gesto decapita. Es lo que ha pasado en Sevilla. Ninguna simpatía siento por Foxá y nunca me ha apetecido leer su elogiado Madrid de Corte a checa (una de las novelas fundamentales sobre la Guerra Civil, según Umbral). En mi hambre cultural mando yo. Pero de ahí a prohibir un acto literario en el cincuentenario de su muerte media lo que va de la libertad democrática a la censura totalitaria.
"La historia del arte de la posguerra debe hacerse sin maniqueísmos, en clave historicista y no revanchista", ha dicho Bonet Correa. Pero supongo que la señora Medrano y sus camaradas no saben quién es. Como tampoco deben saber -sigo citando a Bonet- que en los peores años de la dictadura las cosas fueron más complejas de lo que su maniqueísmo ignorante cree. Para ilustrarlo Bonet cita el caso de Díaz Caneja, el pintor anarquista y comunista que al salir de la cárcel en 1951 pudo exponer en el Museo de Arte Moderno gracias a que lo dirigía su amigo Eduardo Llosent Marañón, falangista que fue director de Mediodía, amigo de Lorca y valiente defensor de Miguel Hernández tras su encarcelamiento. Pero, ¿de qué estamos hablando? La cosa va de IU, de Torrijos y de la señora Medrano. No nos vayamos por las nubes de su ignorancia y agradezcámosles que hayan recordado que la izquierda también censura.
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