la ciudad y los días

Carlos Colón

Tragedias paralelas

LA realidad imita al arte. Por desgracia. Porque el arte, cuando de verdad lo es, suele tener una rara clarividencia profética para interpretar signos que anuncian catástrofes, un instinto para detectar bajo lo cotidiano corrientes subterráneas de horror que después aflorarán. En 1947 Siegfried Kracuer publicó su famoso De Caligari a Hitler, en el que estudiaba el cine alemán de entreguerras como prefiguración aterrada del nazismo al que representaba por la crueldad, sadismo y voluntad de poder de los Caligari (El gabinete del doctor Caligari), Mabuse (El doctor Mabuse, El testamento del doctor Mabuse), Fredersen y Rotwang (Metrópolis) o Beckert (M, el vampiro de Düsseldorf). Siete años más tarde Lotte H. Eisner publicaba su famoso ensayo sobre el cine expresionista alemán que tituló La pantalla demoníaca. En ambos casos se reconocía en aquellas películas una capacidad para detectar y representar las corrientes que aflorarían definitivamente con el triunfo de Hitler.

Hace 51 años Fellini situó como punto de giro trágico de La dolce vita el episodio de Steiner, el sobrio y equilibrado intelectual que asesina a sus dos hijos pequeños y después se suicida. ¿Por qué? Se sugiere que por no poder soportar la responsabilidad de haberlos traído a un mundo en el que no merecía la pena vivir, abocado además a un futuro atroz. Entre 1959 y 1960 la Guerra Fría estaba en su apogeo, Mao había invadido el Tibet, se iniciaba el bloqueo de Cuba y el pánico atómico crecía en la proporción en que lo hacían los inmensos arsenales de las grandes potencias; al año se construiría el muro de Berlín, a los dos años estallaría la crisis de los misiles y a los tres años se iniciaría guerra de Vietnam. Sobre ese tenso telón de fondo el boom económico hacía pasar del consumo razonable al hiperconsumismo como compulsión adictiva, mientras una exasperada voluntad de olvido y pérdida de sí en la fiesta invadía Europa, hallando su dramática culminación en el auge del consumo de drogas a partir, precisamente, de esa década.

Hace cuatro días una mujer ha asesinado a sus dos hijos en Jaén "para no verlos sufrir en este mundo". ¿El episodio de Steiner 51 años después? Quién sabe. Las cosas están peor que en 1960. El presente es más duro y el futuro más incierto. Las luces de esperanza que entonces brillaban -Kennedy, Kruschev, Juan XXIII, eurocomunismo, Vaticano II, socialdemocracia- se han apagado o debilitado. La demencia será la causa inmediata de la tragedia de Jaén. Pero ésta puede tener causas exógenas y no sólo endógenas, psico-sociales y no sólo fisiológicas.

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