Panorama espeluznante al oficializarse que ya la pandemia es cosa de jóvenes, que no hemos salido de una y ya estamos en otra. La botella se ha descorchado, la juventud se ha tirado al monte y así nos vemos, con un horizonte que sobrecoge mientras abundan las botellonas y los contagios estremecen. En los cuatro puntos cardinales, desde Cantabria a donde estamos, de la Rioja a Cataluña, caen como moscas los que la noche antes han celebrado el inexistente final que nos ha vendido el impresentable puente de mando. La jugada ahora es vacunar a los que parecían invulnerables y que se han venido saltando las alambradas para crear una situación que pinta caótica. En este país de viejos, la demografía se estabilizó hasta cierto punto con la masacre sufrida por la ancianidad, pero ahora lleva camino de volver a desnivelarse como no se le pongan vallas al campo.