La ciudad y los días

Carlos Colón

Varitas mágicas

LA bicicleta es un medio de transporte civilizado y cívico allí donde hay civilización y civismo. Por lo primero se entiende el estadio cultural propio de las sociedades humanas más avanzadas por el nivel de su ciencia, artes, ideas y costumbres; y por lo segundo, el comportamiento respetuoso del ciudadano con las normas de convivencia pública. Allí donde ambas virtudes escasean la bicicleta, sin por ello dejar de ser el medio de transporte más silencioso y menos contaminante, se usará tan poco civilizada y cívicamente como la moto y el coche.

Propio de una comunidad civilizada y cívica, entre otras cosas, es proteger las zonas verdes, reducir la contaminación, privilegiar el transporte público sobre el privado y a los peatones y ciclistas sobre los automovilistas. Pero todas estas bondades emanan de las virtudes civilizadas y cívicas, no las crean. Si se plantan árboles o se crean parques allí donde no abundan las costumbres civilizadas ni las virtudes cívicas, acabarán destrozados; si se ofrece una buena red de transporte público, destrozarán los vehículos o seguirán usando egoísta e irracionalmente el coche; si se habilitan carriles bici, conducirán por ellos sin precaución o lo harán por cualquier parte invadiendo los espacios peatonales; y los peatones, por su parte, ensuciarán la vía pública, invadirán el carril bici o cruzarán temerariamente.

En Sevilla se ha creído que poniendo los carriles bici nos íbamos a convertir instantáneamente en uno de esos oasis europeos de civismo que tanto envidiamos, como si un hada holandesa nos tocara con una varita mágica rematada por un queso de bola en vez de por una estrella. Para colmo de males el carril se ha trazado y ejecutado pésimamente, invadiendo las aceras, dejando poco espacio a los peatones, aislando paradas de autobús, con reducida visibilidad al serpentear o rodear una marquesina… Así son. También creían que tirando el dinero en el engendro inviable de la Encarnación o enlosando la Alameda cual chalé matalascañero íbamos a transfigurarnos en una moderna metrópolis.

A las monas municipales les gusta vestirse de sedas modernas; y se cabrean si se les dice que monas catetas se quedan. Peor aún: monas grotescamente disfrazadas, como los chimpancés de los circos que salían vestidos con gorros y trajes que les arrastraban por el suelo. Así están dejando Sevilla estos pelapájaros, hecha una monada ensedada. ¿Conocen otra ciudad cuyo alcalde, tras reconocer que su plan de tráfico no tiene aval jurídico, añada que "conforme lo desarrollemos iremos viendo que los servicios jurídicos le den su visto bueno"?

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