Visto y Oído

francisco / andrés / gallardo

Ventrílocua

DOÑA Rogelia ha envejecido, que ya es decir en el caso de esta aldeana de Orejilla del Sordete, porque Mari Carmen, la de los muñecos, se ha hecho mayor. Muy mayor. El otro lunes en El Hormiguero el muñegote de cartón piedra ni siquiera movía su quijada y su manipuladora forzaba la vista con el teleprompter, sin entender las frases que le colocaban. El realizador del programa se afanaba en esquivar la boca de la ventrílocua, todo un detalle hacia una mujer que hizo reír, mucho sí, en otro tiempo. Cuando el Especial Nochevieja de Lazarov era el regalo anual de una TVE adusta, censurada y malencarada. Hace años que Doña Rogelia no se oreaba por los platós y entendemos perfectamente que esta era de la alta definición (sin saber exactamente qué hemos definido) ha pasado como una apisonadora por la espalda de trapo de la hermana de Rodolfo, el leoncito, el primer gay que salió del armario en aquella televisión en blanco y negro.

Pablo Motos, nos guste o no, fabrica el programa de entretenimiento más currelado, con más intención de innovaciones, en estos decrépitos momentos. El valenciano venera a quienes fueron las estrellas de otro siglo y ha hecho un guiño a su generación llevando en estos días a Mari Carmen y a Doña Rogelia, con el pretexto de un libro, y anteriormente a Fernando Esteso. Los humoristas de los tiempos de La Ramona, una pobre obesa de la que se burlaba toda España, ya no tienen reflejos para seguir el ritmo de El Hormiguero, pero aparecer en la noche de Antena 3 les supone cierta rehabilitación y, también, cierto reconocimiento. Doña Rogelia reposaba mejor en el olvidado cajón de Mari Carmen. Nos ha hecho estremecer de lástima y nostalgia con sus refajos con aroma de alcanfor.

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