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Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Víctimas de tercera

Es intolerable que el Gobierno navarro se una al apoyo los agresores de los guardias civiles

En una información sobre el accidente de tren ocurrido el 24 de junio de 1876 en las cercanías de Tárrega (Lérida) se escribía: "Afortunadamente las víctimas eran de tercera clase". Como además la cosa estaba políticamente calentita, y seis días después Cánovas presentaba la Constitución restauracionista, el accidente le vino de perlas al diputado Quintana, partidario de Sagasta, para montarle un órdago al canovista conde de Toreno, ministro de Fomento. No vayan a creer, presos de nuestro incurable optimismo o nuestra vocación de avestruces, que esto es una antigualla propia de aquella sociedad clasista. Este españolísimo vicio ha sobrevivido al paso del tiempo y además se ha enriquecido, añadiendo a la jerarquización clasista la política para catalogar a las víctimas en función de su ideología. Durante el franquismo haber sido fusilado por los comunistas o los anarquistas convertía en víctima de primera, mientras que serlo por los franquistas degradaba a víctima de tercera. ¿Vicio de la dictadura? No. Hoy sucede lo mismo al revés entre los fundamentalistas de la memoria histórica.

Esto no es una grosera simplificación ni se refiere únicamente a la Guerra Civil. En el País Vasco, hasta el asesinato de Miguel Ángel Blanco y aún hasta hoy entre los numerosos fanaticos organizados en partidos legalizados, muchos consideraban a las víctimas de ETA de tercera clase, además de culpables de su propia muerte ("algo habrá hecho…"). Los ataúdes de policías y guardias civiles salían por la puerta de atrás de las iglesias.

¿Cosas superadas? Solo en sus manifestaciones más extremas y asesinas. Hoy se lincha a dos guardias civiles y a sus parejas en Alsasua, vejándoles y pegándoles brutalmente, y la respuesta oficial del Gobierno navarro -con Uxue Barkos al frente- y de quince alcaldes es sumarse a la manifestación de apoyo a los agresores convocada por el Ayuntamiento de Alsasua con los votos de Geroa Bai, EH Bildu y los concejales del PSOE. Los muy canallas se permiten decir que "ha habido un linchamiento mediático orquestado, con un coste humano sin sentido, en un sistema político que se hace llamar democrático y actúa de modo inquisitorial, con presiones y amenazas que demuestran su carácter totalitario". ¿Se imaginan lo que habría sucedido si una cincuentena de radicales de extrema derecha hubiera dado una paliza a cuatro chicos y chicas de Geora Bai o Bildu? En 2016 sigue habiendo víctimas de tercera.

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