QUE llaman desde Sevilla por lo de Santa Catalina? Dígales que no nos molesten más en Moncloa con el mudéjar y el barroco, que estamos haciendo Historia con la posmodernidad inmobiliaria desde que el señor ministro de Economía arrió ayer la bandera en el Trafalgar español del siglo XXI.

Sin embargo, a fuer de hartible, como la iglesia conocida por su vecindad con El Rinconcillo es monumento nacional, Zoido puede apelar a la heroica y reclamar dinero del 1 por ciento cultural del Ministerio de Fomento. Arenas debe llamar a Pastor para priorizar Santa Catalina, replicando sus gestiones en 2005 con Camps y la Caja de Ahorros del Mediterráneo para darle un millón de euros a la Hermandad de la Macarena con el fin de pagar mejoras en la basílica. Qué tiempos aquellos, cuando las cajas cavaban la fosa de su rescate.

Una restauración integral de Santa Catalina ha de tener en cuenta cómo rescatar a los pobres que van a pugnar por coger sitio junto a su puerta para mendicar. Las bocas arruinadas compiten con los sillares vencidos. El alcalde le promete una estatua al primero de los 3.000 ricos de Sevilla que descubra el placer de ser mecenas. Tienen sus millones a buen recaudo en la sigilosa banca privada que no nos requiere el esfuerzo de salir a su rescate. ¿No hay ningún rico que se ofrezca al arzobispo para reabrir esa iglesia, aunque sea para convertirla en comedor social con derecho a rezo?

Organicemos una procesión en acción de gracias por las mentiras piadosas que nuestros gobernantes han encabalgado desde hace cinco años para que seamos pobres pero ilusos. Diez veces más que Pedro a Jesús ha negado el Gobierno de Rajoy el pacto internacional para el rescate de las finanzas españolas, a cambio de un préstamo de 100.000 millones que devolveremos empeñando hasta el ajuar de la boda. Albricias, otra solución para sostener en el futuro la conservación de Santa Catalina. Convertirla en el pabellón de las bodas civiles con Ave María de Schubert, cuyo banquete será intervenido por la Unión Europea para limitarlo a la austeridad del pan y cebolla.