Ortega Smith conversa este jueves con Santiago Abascal en el Congreso.

Ortega Smith conversa este jueves con Santiago Abascal en el Congreso. / Chema Moya / efe

VOX no es un partido de plebeyos, aunque hay patricios y populistas. Iván Espinosa de los Monteros, de Chamberí, es de los primeros, y Santiago Abascal, de los segundos, aunque su largo recorrido en el PP le enseñó que la flexibilidad de la cintura en política no es una cuestión de virilidad, sino de sensatez. Es lo que no sabe Javier Ortega Smith, a quien la dirección de Vox acaba de fulminar como secretario general del partido. Lo han enviado a presentarse a la Alcaldía de Madrid, un poco cansados de sus formas marciales y hartos de su inoperancia para designar a los principales cabezas de lista para las elecciones municipales.

El cese de Ortega Smith no es consecuencia de la fuga de Macarena Olona, pero sí está relacionado en cuanto su secretario general manejó mal la hiperventilación de quien fuese candidata a la presidencia de la Junta. Con un poco de tacto, y no con sus maneras cuarteleras, hubiera echado la pelota un poco más hacia 2023. Es lo que sí ha hecho Abascal, destituye a Ortega Smith con el argumento de que debe dedicarse en exclusiva a la candidatura de Madrid y le nombra vicepresidente del partido. El nuevo secretario general es el catalán Ignacio Garriga.

Macarena Olona se sintió un tanto engañada por el patricio Espinosa de los Monteros, que aprovechó su histrionismo para hacerle caer en la trampa de las elecciones andaluzas. Olona presentará un partido propio si Vox no tuviera un buen resultado en las municipales. Es una artista, eso ya se sabe: no será bueno.

Las elecciones municipales son las que miden en España las fortalezas reales de los partidos, las bases de apoyo popular más allá de los impulsos coyunturales de la opinión pública. Podemos comenzará a escribir su final el próximo 28 de mayo, porque sin Izquierda Unida, Compromís y los comunes catalanes se ha quedado en poco más que la carcasa donde un día se envolvió el ego de Pablo Iglesias. Ha sido un gran experimento, un tremendo movimiento, pero pasajero.

El ejemplo de Ciudadanos es paradigmático de estos partidos fugaces, no tendrá fuerzas ni para presentar candidatos a las alcaldías españolas. A Vox le estaba ocurriendo algo similar. Ortega Smith había cortado tantas cabezas, entendía tan mal la naturaleza humana, que el partido no era capaz de cerrar el listado de sus principales candidatos a las alcaldías, entre los que fulminaba y los que salían corriendo no le iba a quedar nadie.

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