TRÁFICO Cuatro jóvenes hospitalizados en Sevilla tras un accidente de tráfico

¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Yolanda, sin pecado concebida

¿A qué viene esa continua satanización de lo masculino y glorificación de lo femenino de la que Díaz se hace eco?

Posando para la posteridad, Yolanda Díaz les ha dicho a unos periodistas que ella no trabaja para "el aplauso político" y que "es muy masculino eso de las luchas de poder". Hemos caído en la tentación de comparar dicha aseveración con la realidad que conocemos, con nuestra modesta experiencia vital y profesional, y el resultado del test ha sido negativo. No es por molestar a nadie, pero en la vida hemos visto a muchísimas mujeres inmersas en descarnadas luchas de poder político, laboral o familiar. A veces como auténticas lobas. No nos cabe la menor duda de que Yolanda Díaz ha dedicado -y dedica- muchas horas de su semana al maquiavélico arte de alcanzar y mantener sus cuotas de poder. Y, por supuesto, debe tener escondidos ya varios cadáveres en algún rincón de su conciencia. De ninguna otra manera se llega a vicepresidenta del Gobierno.

¿A qué viene esa continua satanización de lo masculino y glorificación de lo femenino de la que Díaz se hace eco? Lo de la mujer como ser puro destinada a redimir a la Pachamama de la opresión viril es una de las mayores engañifas de la ideología woke. Antes, el feminismo se esforzaba por mostrarnos una imagen de lo mujeril sin afeites; la hembra como un animal que ovula, con deseos sexuales, pelos en los sobacos y pechos sometidos a la ley de la gravedad. Gran parte de sus esfuerzos se centraban en ensuciar con realismo y biología los altares que el heteropatriarcado había levantado al eterno femenino. Sin embargo, las nuevas generaciones de la causa violeta han recuperado de alguna manera la iconografía de la Inmaculada Concepción para mostrarnos una fémina triunfante pero pura, sin mancha alguna, esperanza de salvación para un mundo dominado y contaminado por los portadores de penes. Y lo más extraño es que dicho discurso maniqueo e inmaduro se ha convertido en predominante, tanto que los principales medios de comunicación de la progresía lo compran sin ningún atisbo de crítica.

Es normal que Yolanda Díaz pinte un autorretrato triunfante. Se sabe con muchas posibilidades en esas luchas de poder que, al parecer, no van con ella. Tiene derecho a soñar. Si la tormenta que se avecina (inflación, paro, desmadre territorial, fractura social…) termina desarbolando al sanchismo, el PSOE puede ver cumplida su peor pesadilla: el olvidado sorpasso de la izquierda sin complejos. Y si las cosas le van mal siempre habrá un demonio al que culpar del fracaso, un demonio que, por supuesto, lucirá los colgantes atributos del varón.

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