¿Dónde está Zoe?

La ciencia del clima apunta alto mientras la realidad cotidiana nos baja al suelo

Zoe, ¿dónde te hallas, criatura? Creíamos que Zoe ya estaba entre nosotros como segunda gran ola de calor. Es la que ahora nos acompaña para que gocemos, entre otros relajos, del buen dormir y del buen yantar con pucheros y viandas dignas de un bodegón con cabeza de ternero de Bartolomé Montalvo.

Hace poco se presentó en Sevilla el proyecto internacional pro-Meteo (alusivo al titán que robó el fuego a los dioses para ofrecerlo a los hombres). Se trata de otro avance en ciencia climática, sin duda inspirado por el titán, protector de la civilización humana. A partir de ahora se predecirá y se pondrá nombre a toda ola de calor venidera con ayuda de algoritmos.

Los impulsores de pro-Meteo adelantaron que la próxima ola de calor ya tenía nombre. Dijeron que se llamaría Zoe, que es la que creíamos que estaba ahora de ronda por la olla del Guadalquivir. Pero no, tendremos que esperar a que el algoritmo alcance su total excelencia. Alfabéticamente, de atrás hacia delante, a Zoe le seguirán Yago, Xenia, Wenceslao y Vega. Toda una tentación, por otra parte, para poner nombre a los contados recién nacidos que vengan y recordar con sumo gozo que el alumbramiento tuvo lugar bajo el fuego, el insomnio y la deshidratación.

Pro-Meteo ha elegido Sevilla como laboratorio urbano. Se alertará así, igual que se hace ya con galernas y huracanes, de la llegada de olas de calor para que puedan ser combatidas con una red de refugios climáticos. Suena a distopía literaria de J. G. Ballard, pero se trata de mantener abiertos colegios, bibliotecas municipales y centros cívicos, dotados de aire acondicionado (se supone), para que la población pueda hallar cobijo en ellos. Habrá también acciones sanitarias contra la población vulnerable, incluidas las mascotas.

Al parecer, el algoritmo implementará otras medidas de alto alcance científico. Entre ellas figura el reparto de botellitas de agua por distintos puntos de la ciudad. Curiosamente ahora, gracias a Ciudadanos (el partido naranja quiere morir con las botas puestas), sabemos que en Sevilla existe una ratio de una fuente pública por cada 4.500 sevillanos. Asombroso.

La ciencia del clima apunta alto mientras la realidad cotidiana nos baja al suelo. El alcalde Antonio Muñoz dice que Sevilla alcanzará la llamada "neutralidad climática" para 2030 gracias a medidas ya implantadas con tecnicismos del ramo. El crucificado de La Sed de Nervión debería salir ya en procesión de verano para recordarnos el dato: un miserable chorro de agua por cada 4.500 sevillanos. Seas condenada, maldita ciudad, pues tuve sed y no me diste de beber.

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