Puntadas con hilo

María José Guzmán

mjguzman@grupojoly.com

Aquel acierto del festival de cine

Pensar que Sevilla es el mejor sitio del mundo para rodar no es ser chovinista, es apostar

Lo recordaba estos días al hilo de la inauguración del Festival de Cine de Sevilla Carlos Rosado, presidente de Andalucía Film Commission, la oficina de asesoramiento que nació hace veinte años para abrir la puerta de la comunidad a los rodajes: "Es el momento de decir que este valioso festival es producto de una acertada decisión de Alfredo Sánchez Monteseirín". La cita con el cine europeo cumple 16 años, los que hace que se creó Sevilla Film Office, una ventanilla única que nació con la misma intención, la de atraer a la ciudad a productoras de cine y televisión y a todo el empleo y riqueza que arrastran.

Este verano el impacto económico de los rodajes acogidos desde enero por la capital superaba los 13 millones de euros. Un dato que demuestra que el objetivo de la iniciativa impulsada entonces por el ex alcalde no sólo ha merecido la pena, sino que es uno de los secretos del éxito que la industria cinematográfica y audiovisual tiene en la provincia. En las últimas dos décadas hay mucho trabajo detrás que ha permitido que Sevilla sea la ciudad de cine que aspiraba a ser, con un festival que se ha consolidado como una cita de referencia en la agenda internacional.

Y el mérito de Monteseirín fue apostar por ello en un momento en el que el pensamiento provinciano se imponía con argumentos del tipo: Sevilla es lo suficientemente bella como para necesitar promoción.

Sevilla ya se mostró en la gran pantalla en 1898, sólo dos años después del nacimiento del séptimo arte, cuando los inventores del cinematógrafo capturaron en su lente momentos cofrades y taurinos que se conservan en la Asociación Hermanos Lumière de París. Es cierto. Pero esperar a que la ciudad se venda sola es condenarla a la peor de las atrofias. Desde que Lawrence de Arabia se filmó han transcurrido 57 años. La exitosa producción de Hollywood transformó y llenó de oportunidades una ciudad sumida entonces en una tragedia que había ahogado a miles de familias. Oportunidades que hoy se reflejan en una industria pujante en Sevilla que presume de pleno empleo.

La aventura no debió ser fácil. Este idilio que Sevilla vive hoy con el cine se remonta a 1980, cuando se creó el primer festival con aires ya internacionales y de compromiso social. Pero en el año 2000, en pleno sueño olímpico de Sevilla, el Ayuntamiento quiso refundar la idea y probar un maridaje de cine y deporte que, a primera vista, el entonces presidente de la Fundación Andalucía Olímpica, Alejandro Rojas-Marcos, creía una fórmula ganadora: un festival que aunara dos religiones civiles, deporte y cultura. Demasiado riesgo. Final del partido. Y cuando lo fácil hubiera sido tirar la toalla, en 2004, alguien decidió cambiarle el apellido por el de europeo. Y ahí estaban, entre otros, Monteseirín, Rosado y Antonio Pérez, el productor que junto a Benito Zambrano asistió al nacimiento en 1999 del cine andaluz hoy tan laureado. Son de la opinión de que Sevilla, Andalucía, es el mejor sitio del mundo para rodar. No es chovinismo. Se llama apuesta y es justo reconocer a los que arriesgaron.

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