Alfombras y Felpudos Pumpido

04 de junio 2025 - 03:07

El poder de Franco era omnímodo, pero sus medios muy reducidos en una sociedad posagraria y pretecnológica. El poder de Pedro Sánchez es muy limitado, hasta el punto de que sólo gobierna de facto en dos autonomías uniprovinciales y en Cataluña y Castilla-La Mancha, pero sus medios son inconmensurables: está en el BOE, en RTVE, en el INE, en el CIS, en Renfe, en Aena, en Correos, en la Fiscalía General del Estado, en el Instituto Cervantes, en el Tribunal Constitucional, Alfombras y Felpudos Pumpido.

Está muy bien pensado por parte del Gobierno conmemorar los cincuenta años de la muerte de Franco, porque es una metáfora de lo poco que en realidad cambia un país. Hoy somos más altos, más diversos (y menos divertidos), más plurales, pero en lo esencial del cómo hemos cambiado de la canción hemos cambiado bien poco. Del franquismo sociológico al sanchismo sociológico hay un puente de generaciones y un sustrato común.

Siempre es mejor gobernar ganando unas elecciones que ganando una guerra, obviamente. No se trata de comparar. No sé qué habría sido de Franco en el siglo XXI o de Pedro Sánchez en el 34. Los túneles del tiempo están muy bien para el cine y muy mal para la reflexión serena. Cada tiempo tiene su afán, pero hay cosas que no cambian. España es diferente, decía el franquismo en uno de sus eslóganes para el incipiente turismo. Lo decían en inglés porque para algo el ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga, había sido embajador en Inglaterra. El eslogan de ahora sería España es indiferente. En las calendas de la diferencia (que en matemáticas resta y en humanidades suma) vivimos el auge de la indiferencia. El mejor caldo de cultivo para ese gobierno con cuerpo de ciempiés y alma de megalodon. A la indiferencia algún tertuliano cursi de una radio afín al régimen le llama impermeabilidad. Tiene muchas acepciones: curados de espanto, que inventen ellos. La España cañí, la misma de siempre, que quiere descolonizar a los indígenas mientras se coloniza a sus compatriotas.

La indiferencia sostiene incompetencias y mangancias, se lleva bien con el prevaricador y el nepotista. Basta con sacar los títeres de cachiporra en los que se ve a la derecha y a la extrema derecha comiéndose a los niños crudos. En la nueva programación de Radio Televisión Española se olvidaron de un programa de título Prescindibles. El éxito estaría asegurado. Sería un autorretrato colectivo. Este Gobierno camina sobre zancos de epítetos: renovables, sostenibles, resilientes. En la Academia de la Lengua no le ponen trabas a la palabrería y vetan a Luis Alberto de Cuenca, ese poeta que hace cuatro décadas alternó en un seminario de Literatura Fantástica con mindundis como Jorge Luis Borges, Italo Calvino o Gonzalo Torrente Ballester.

Hay una nueva censura. La tradicional tapaba las bocas. La nueva tapa las narices. Lo demás es silencio, que diría Augusto Monterroso. Cuando se despertó, Pedro Sánchez todavía estaba allí.

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