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Acción de gracias

El ángel

Si hay que creer en alguien, yo pongo la mano en el fuego por Cary Grant, el ángel de 'La mujer del obispo'

Nunca pregunté a mis padres de dónde venía esa costumbre, pero en mi familia existía la tradición de ponernos a los hijos varones, en el bautizo, Ángel como segundo nombre. No en el Registro Civil, por fortuna, sólo en el sacramento: imagínense que yo me hubiese llamado Braulio Ángel, lo que me habría obligado a comportarme como el personaje arrebatado de una telenovela, y me temo que el físico no me da para galán latino. Creo recordar que alguien explicó alguna vez que aquello se hacía como un tributo al ángel de la guarda, que nuestros progenitores insistían en ese gesto para que algún enviado divino nos cuidara frente a todos los peligros que reservaba, y reserva, este mundo difícil en el que echábamos a andar entonces. No sé si esa afirmación era cierta, si ese era el propósito real que movía a mis padres, pero la jugada, en mi caso y en el de mis hermanos, salió bien: aún me sorprende que con mi despiste haya llegado a los cuarentaytantos sin que me atropellara un autobús, porque cuando uno piensa en sus cosas no siempre está atento a los semáforos, o me cayera en una zanja abierta en plena calle. Si hay alguien cuidándome por ahí, se ha encargado con un esmero encomiable de que mis torpezas recordaran antes a una comedia a lo Peter Sellers que a una tragedia griega, y con buen tino, que tampoco tengo cara de divinidad helena.

Recordé esta anécdota familiar el otro día, mientras repescaba -la había visto en la infancia, y la había olvidado- La mujer del obispo. Seguía la recomendación de Felipe Benítez Reyes y de Rafael Alarcón Sierra, dos personas a las que admiro y que hablaban maravillas de la película en Facebook, porque las redes sociales, aunque a veces lo olvidemos, están también ahí para sugerencias amables (y hay quien apunta incluso que puedes mantener la cuenta si no despellejas nunca a nadie, pero ese no es el tema de este artículo). El filme, que se puede ver en Amazon Prime, no sé si andará disponible también en otras plataformas, está protagonizado por Cary Grant, que sí, lo habrán adivinado, encarna a un ángel, y ahí yo ya dejo de ser objetivo: en mi lista de actores favoritos él ocupa los diez primeros puestos, y, si hay que creer en alguien, yo pongo la mano en el fuego por ese hombre. En el mundo real nos peleábamos por esto y por lo otro, pero en esa historia, en la que Loretta Young, David Niven y Elsa Lanchester también están maravillosos, la bondad, la paz de espíritu, eran conceptos perfectamente posibles. Vean esa película. Háganse ese regalo. Tengan fe. Y, sí, sólo un idiota podría darles la lata, al borde del verano, con un cuento navideño. Mi ángel de la guarda me salvó de los autobuses y de las zanjas; con mi desbarajuste mental, supongo, el pobre no pudo hacer mucho...

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