En tránsito

eduardo / jordá

El año que empieza

NO es bueno comprobar que empezamos el año con unos partidos políticos que están en quiebra técnica desde el año 2011, aunque las sospechas podrían remontarse hasta mucho antes. O sea, que cuando los políticos que pertenecen a esos partidos nos den órdenes o nos dicten leyes -si es que gobiernan en Madrid o en nuestra comunidad-, lo único que podremos pensar es que vivimos en un extraño país en el que los ciegos guían a los tuertos, o los arruinados guían a los tiesos, da igual. Y en un país, además, en el que nadie tiene la autoridad moral para dar órdenes ni para imponer sacrificios, ya que basta pensar en esos mismos partidos políticos -o en sus aliados naturales, que son la banca y la gran empresa- para darse cuenta de que ninguno de ellos está en condiciones de dar ejemplo. Y es que, de un modo u otro, todos se han llevado un dinero que no era suyo y en mejores condiciones que las que podían obtener los demás.

Si no fuera porque es una palabra muy fea, habría que pensar que esos partidos -por mucho que finjan pelearse entre ellos- forman junto con los bancos y las grandes empresas una especie de búnker muy parecido al que tuvimos al final de los años del franquismo, aquel búnker en el que se refugiaban todos los que temían peder sus privilegios si se producía una transformación repentina del régimen. El búnker resistió todo lo que pudo, aunque al final fue desmontado por una operación conjunta desde dentro y desde fuera -eso fue la Transición-, una operación que no sé si sería posible hoy en día, ya que no hay nadie desde dentro que parezca querer dinamitar el sistema.

Pero no es bueno empezar el año con sentimientos negativos o demasiado pesimistas, porque a la larga la negatividad y el pesimismo sólo contribuyen a crear más cosas negativas y más cosas que acaban suscitando el pesimismo. Es mejor pensar en las cosas buenas que tenemos, que aún son muchas. Por la calle, sin ir más lejos, veo docenas de madres y padres que llevan a pasear a sus hijos, y aunque la vida les vaya mal -y todo hace sospechar que les va mal-, ellos parecen hacer todo lo posible para alegrar la vida de sus niños. Y también veo abuelos que pasean a sus nietos, y gente que camina muy decidida hacia el trabajo, y gente que compra libros y discos y parece preocupada por conseguir que este mundo sea un poco mejor de lo que es. Quizá no sea mucho, pero es lo que tenemos. Y más vale que lo aprovechemos, porque no vamos a tener muchas cosas más que puedan alegrarnos la vida.

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