CON Pelé demasiado fuera de foco cuando apenas se televisaban partidos, Di Stéfano recién retirado y el fútbol español viviendo una época más bien gris, los niños de mediados de los 60 teníamos tres referentes en el fútbol: el elegantísimo inglés Bobby Charlton, que llevaría a los pross a su único título mundial; el alemán Uwe Seeler, bajito, calvo y algo rechoncho, lo más alejado del clásico panzer alemán pero un futbolista de los pies a la cabeza; y el portugués Eusebio, líder del Benfica que acabó con la hegemonía del Real Madrid en la Copa de Europa -aunque él no participó en la primera que ganó- y de la selección portuguesa que, viniendo de la nada, sorprendió al mundo con el tercer puesto en el Mundial de Inglaterra, donde él fue máximo goleador con 9 tantos. Había otros, desde luego, como Best o los emergentes Beckenbauer y Cruyff, que reinarían en los 70, pero Eusebio, Charlton y Seeler figuraban para la mayoría en un escalón superior.

Ahora ha muerto Eusebio, la Pantera Negra, no sé si el mejor futbolista portugués de la historia, pero sí, desde luego, el que más ha influido en el fútbol lusitano. El sensacional Cristiano ha logrado casi todos sus éxitos lejos de Portugal y gente como Futre y Figo están por debajo. Eusebio, en cambio, no sólo brilló en el Mundial 66, sino que disputó cuatro finales de Copa de Europa con el Benfica, el equipo que, junto al Inter, sucedió al Madrid en el trono europeo en los 60. Un Balón de Oro y dos Botas de Oro figuran en su palmarés junto a nada menos que 11 Ligas portuguesas y un sinfín de premios por sus muchos goles.

Porque Eusebio da Silva Ferreira era, por encima de todo, un goleador. En el recuerdo están los cuatro tantos con los que fue destrozando en Goodison Park a aquella Corea del Norte que se había ido al descanso ganando 3-0. También la fuerza incontenible de sus disparos, verdadero terror de los porteros. Los cañonazos de una Pantera que ahora se ha ido.