Fue bonito mientras duró, pero el cacareado Estado de bienestar era un castillo de naipes que se ha caído con estrépito ante el imprevisto embate de un enemigo invisible. A principios de los setenta se preguntaba Antonio Burgos si Andalucía era Tercer Mundo en un libro que hizo escuela y ahora, medio siglo después, nos damos cuenta de que no sólo Andalucía es puro subdesarrollo, sino que toda España puede considerarse como tal viendo lo que estamos viendo. Ancianos muertos en sus camas de esos asilos que hoy, eufemísticamente, llaman residencias, sanitarios a pecho descubierto y cayendo como moscas, mayores atónitos que ven cómo van a la cola en la más tétrica lista de espera... Panorama desolador que acabó de un plumazo con aquel bienestar para dar paso a un problema agrandado por la constatación de que es ese mismo problema quien nos gobierna.
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