Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
Felipe no votará al PSOE. Luis María Ansón puede alzarse mañana en favor de la Tercera República. En la quiebra de valores del sanchismo, la opinión discrepante es una deslealtad. El buen socialista no exhibe nunca sus diferencias con el secretario general, debe ser dócil, sumiso, fiel y estar a lo que disponga el ser supremo. El mal socialista expresa sus ideas que colisionan con las acciones y las declaraciones del gran líder, el mismo que convoca a la prensa un domingo a mediodía con solo media hora de antelación para asegurarse el auditorio vacío y oficiar su propia misa en soledad, como los curas al alba. Además del bueno y del malo, hay perfiles medios, como el socialista discreto, ese ex dirigente que no comulga con el secretario general, pero no lo dice en privado “por respeto”. Son una suerte de gentileshombres del socialismo español. ¡Qué señorío! Los alcaldes de pueblo, los candidatos a las municipales y a las autonómicas se achicharran en la parrilla de la Moncloa, pero los perfiles medios mantienen su discrepancia en silencio, como los matrimonios que guardan las apariencias, pero hace años que no comparten alcoba.
El socialista bueno lava los trapos sucios en casa, aunque la lavadora de Ferraz hace tiempo que no funciona. Debía ser de obsolescencia programada. El bueno se traga los sapos, aguanta carros y carretas, se toma el aceite de ricino de las mentiras justificadas como cambios de opinión y reduce el caso Koldo a “tres golfos” en sus charlas de café, porque así, al menos, puede conciliar el sueño. El discreto se mira ante el espejo, reflexiona sobre la gravedad de cuanto ocurre, desde la amnistía hasta los casos de corrupción, pasando por el volantazo diplomático con el Sahara o la temeraria decisión respecto al gasto en defensa, pero rápidamente se aplica una terapia que consiste en gritarse a sí mismo:“¡No podemos dejar que avance la derecha con el apoyo de la ultraderecha!”. Y así también se procura unas horas de sueño. El malo dice alto y claro las verdades del barquero, denuncia las inmoralidades, muestra su rechazo a las maniobras de ingeniería política de baja estofa para conservar el poder y pide la renovación de los cargos del partido para frenar el hundimiento. A los malos los llaman resentidos, desleales, viejos, desfasados y otras lindezas. Todos los malos deben ser señalados, orillados y descalificados, porque solo quieren allanar el camino a una derecha despiadada que suprimirá todas las conquistas del sanchismo. Del gobierno de “progreso” que apoya la derecha del PNV, los legatarios de ETA y el separatismo catalán. Conviene repetirlo alto y claro, incluso ante un espejo y en soledad, porque estos tipos son capaces de convencernos. Hay que cuidar la salud mental.
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