Una calle para Joaquín Turina

02 de octubre 2024 - 03:08

En la mesa redonda celebrada el lunes como apertura de la Ruta Turina que homenajeará al gran compositor sevillano, el coordinador de los muchos actos y conciertos que se desarrollarán hasta el próximo enero, Rafel Ruibérriz, recordó que Joaquín Turina carece de una calle en Sevilla. Y su nieto, el gran compositor y amigo desde los ya lejanos tiempos que compartimos en la Academia Española de Roma, José Luis Turina, recordó como el amor de su abuelo hacia la ciudad que dejó en 1902, cuando se trasladó a Madrid para ampliar sus estudios musicales, pero de la que nunca se separó emocionalmente, se muestra en la abrumadora presencia en su catálogo de obras dedicadas a la ciudad, desde su opus 2, Sevilla (1909), hasta el 96, Por las calles de Sevilla (1943), incluyendo, entre otras muchas, La procesión del Rocío, Sinfonía sevillana, Canto a Sevilla, Rincones sevillanos, El barrio de Santa Cruz o Mujeres de Sevilla. Además de su música religiosa –que la Ruta Turina va a recuperar e interpretar– con misas, coplas y otras composiciones dedicadas a su hermandad de Pasión, la Divina Pastora o el Amparo, entre las que destaca la Saeta en forma de Salve a la Esperanza Macarena, con letra de los Álvarez Quintero, estrenada en Londres por la gran y malograda mezzosoprano Conchita Supervía, de la que el musicólogo Federico Sopeña –secretario, amigo y biógrafo de Turina, casualmente director de la Academia Española de Roma cuando José Luis y yo residimos allí– escribió: “Todo Turina está aquí, y la mejor Sevilla también” .

Turina puso a Sevilla en música mientras Cansinos Assens, Izquierdo, Chaves Nogales, Romero Murube o Sierra la escribían, los Álvarez Quintero la escenificaban, Bacarisas, García Ramos o Rico Cejudo la pintaban y Aníbal González, Talavera, Espiau o Gómez Millán la reinventaban. Él fue el alma musical de la extraordinaria recreación de Sevilla obrada en los años del regionalismo que coincidieron con la Edad de Plata de la cultura española y sevillana.

La deuda de Sevilla con Joaquín Turina es comparable, más que a las de Leipzig con Bach, Salzburgo con Mozart, Bayreuth con Wagner o Aldeburgh con Britten, a la de Nueva York con Gershwin: porque no solo se trata de que naciera, residiera o creara festivales en ella, sino de que convirtiera su amor por Sevilla en música, grandísima música. ¿No merece una calle en su ciudad?

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