Antes de que se levantase el faraónico auditorio, Fibes contaba con dos muestras que eran las estrellas de su programación anual. Una era la Feria del Toro y la otra Sicab, dos exposiciones que concitaban una muy buena concurrencia de gente que iba a negociar, los menos, y otros, los más, a disfrutar de unas tertulias la mar de agradables. A la primera se la llevó por delante la crisis anterior, sí hombre, aquella de los brotes verdes que nunca llegaron a florecer. Fue el primer puyazo a la Fiesta, pues allí se mantenía muy viva su llama. Sí ha sobrevivido Sicab, que arranca hoy donde siempre, pero a cencerros tapados; sin concursos de doma vaquera y otras actividades camperas, ni de amazonas y sin un solo espectáculo. Es una pena, pero, afortunadamente, el negocio del caballo estará vigente y aunque muy a media luz, menos da una piedra, una piedra más.
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