Veinticinco días de clausura dan para mucho y pasan cosas extraordinarias, cosas que ni a pensar pudieran ocurrir en tiempos de normalidad. Raro es el día que no te llega la noticia de un hecho fuera de lo común y la otra tarde me enteraba de algo insólito causado por la desertización de la calle. Me enviaba un querido muy cercano la foto de un suceso singular, que en la Alameda habían brotado setas entre las juntas de ese horrible pavimento que le endosaron en tiempos de Alfredo. Había llovido y las condiciones para el brote de estos hongos eran las idóneas. Humedad y sombra es lo requerido para que nazcan estos esporocarpos y lo poquísimo que se holla la Alameda en estos días de arresto domiciliario proporciona el plus de intimismo imprescindible para ese milagro de la naturaleza. Setas en la Alameda, a ver qué sorpresa nos guarda aún este insoportable suplicio.