SURTIÓ efecto el viraje de Del Cerro a la hora de confeccionar el acta. Tras el terrible golpe en la cara cambió a porrazo en el pecho a fin de que el acta no se le volviese en contra y prevaleciera su decisión en aras a que Luiz Felipe no se fuese de rositas. El Betis es un milagro, parece como rodeado por todos los enemigos conocidos y por conocer. Y una vez más, en este fútbol que tanto apesta, los tramposos parecen las víctimas y viceversa.

Ha sido éste uno de los casos más nauseabundos que recoge el fútbol, el de ahora y el de siempre. La equivocación primigenia de Del Cerro es disculpable, pero el cambio torticero del acta lo convierte en prevaricador. Y lo que tampoco es fácil de entender es por qué Estrada, uno de los más reputados manipuladores del VAR, le dijo en principio que el golpe fue en la cara cuando desde la primera toma se percibe que la intención del bético sólo era rescatar la pelota.

Es una vergüenza que Luiz Felipe no pueda jugar en Almería y la constatación de lo poco que pinta el aún vigente campeón de Copa en los despachos. Ridícula la leguleya comunicación del Comité de Competición para decidir la suspensión por un partido del futbolista del Real Betis Balompié. Ridícula y descorazonadora si se observa desde la más absoluta neutralidad, ya que con esa aplicación de la norma, es difícil que el Betis juegue con las mismas cartas que los demás.

¿Y ahora, qué? Pues ahora sólo le toca al Betis mirar hacia delante y rezar cuanto sepa a fin de que, por ejemplo, Estrada se retire de una puñetera vez y deje expedito el camino del club sevillano. Aunque esto de sevillano no parecen tenerlo en cuenta algunas trincheras locales que en este caso estaban más con el Celta que con el Betis. En fin, que una barrabasada más y la impresión de que el Betis afronta esta guerra con munición de artificio y sin blindaje alguno.