La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Demasiados niñatos en la política
Yo te digo mi verdad
Parecería mentira que esté ocurriendo si muchos no lo esperásemos: han vuelto las agresiones verbales y físicas a los médicos y sanitarios en general. A pesar de los aplausos (a veces teatreros) de no hace tanto tiempo, a pesar de los homenajes públicos, a pesar de ser destinatarios del apelativo de héroes que ellos mismos rechazaron y que tantos usaron para tapar sus propios fallos, el sector más expuesto durante la pandemia está volviendo, como era de temer, a su lamentable situación de consideración por parte de tantos.
Los halagos más gigantescos vinieron de parte de las autoridades, gubernamentales y autonómicas, en un aluvión de palabras que no cuestan nada y hacen quedar bien. Por eso el chasco es mayor ahora, cuando lo que debería ser traducción en hechos se ha perdido en el largo trecho que suelen recorrer las palabras hasta hacerse realidad. Más bien, recurriendo otra vez a los refranes, la cosa se ha quedado en el mucho te quiero perrito pero pan, poquito. Llegó el largo y caluroso verano, y en la atención primaria, la Junta no ha habilitado suficientes sustitutos para los profesionales, que deben añadir a su extenuante y continuado trabajo desde antes de la primavera unas jornadas en las que atienden, además del suyo, el trabajo que deja el compañero que está disfrutando de sus más que merecidas vacaciones.
Algunos otros políticos, de la oposición, demuestran su falta de rigor y su sobra de oportunismo cuando pretenden atacar al Gobierno autonómico, denunciando un hecho falso: que la mayoría de los centros de salud estén cerrados en verano y que la calidad de la atención se resquebraje porque la mayoría de las consultas se hace telefónicamente. Provocan así la indignación de los sanitarios, que por primera vez han visto en sus manos la utilísima herramienta de la selección de las consultas con criterios médicos y sin verse desbordados por la demanda desaforada, descontrolada y en muchos casos abusiva del usuario.
Esta actitud de algunos líderes, respaldada incluso por algún sindicato profesional, está favoreciendo, por ejemplo, que en los centros de salud se esté repitiendo más de lo deseable la siguiente escena: supuestos (im)pacientes discuten y gritan a sanitarios reclamando un certificado que los exima de usar mascarillas en la calle, trocando en insultos lo que hace un par de meses (toda una época histórica) eran folclóricos aplausos y cánticos desde los balcones. Mientras, las autoridades se refugian en otra mentira: todo está bajo control.
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