La ventana

Luis Carlos Peris

En la convalecencia de un dios de piedra

ALGÚN exagerado que confunde la hagiografía con la desmesura más dislocada lo adjetiva como dios de piedra, pero lo cierto es que, ahora que ha pasado lo peor y ese dios pétreo convalece, el drama que se vivió en la enfermería de Aguascalientes debió de ser tremendo. Por lo que cuentan, sólo faltó el sonido de la sangre de Manolete goteando en una palangana en la tarde de Linares o las disculpas de Paquirri por el buche de agua que le echó a un testigo en el cuchitril que hacía de enfermería en Pozoblanco. Lúgubre, insuficiente, todo lo que se quiera, pero José Tomás vive y si el fin justifica los medios es lícito en algún aspecto de la vida, en el de la cirugía es incuestionable. José Tomás vive y, según se van conociendo detalles de lo ocurrido en la tarde mexicana, un escalofrío nos recorre el cuerpo y más mérito aún le concedemos a todos esos dioses que se la juegan de verdad sean o no de piedra.

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