Corazones de vinilo

10 de octubre 2025 - 03:07

El día, un domingo cualquiera. La hora, a media mañana; ni muy temprano, ni lo suficientemente tarde como para perdernos el aperitivo que nos hace olvidar que en pocas horas será lunes. El lugar, una sala de un hotel ni bueno, ni malo, como nosotros; lugar de paso de turistas que compran sus billetes por internet y de directivos de nivel medio a quienes sus secretarias les organizan los viajes en función del escalafón que ocupen en sus empresas. El hecho, una Feria de discos usados que se celebra dos veces al año y que congrega a coleccionistas, curiosos y apasionados de la música en un ambiente vibrante y lleno de melancolía. Allí, apelotonados como si estuvieran en la hora punta del metro, vendedores especializados, tiendas independientes y particulares exhiben con orgullo sus colecciones, que abarcan desde ediciones clásicas de los años 60 y 70 hasta lanzamientos actuales en vinilo de grupos emergentes. Ni que decir que son los discos antiguos los más buscados, los más vendidos y los que más llaman la atención de los potenciales compradores. También son los más caros. Por un disco de los Bee Gees de 1968, un hombre que superaba las siete décadas de existencia y tenía aspecto de ex funcionario aburrido, pagó con indisimulada alegría trescientos euros. Cuando el vendedor se le dio envuelto en una funda de plástico sin estrenar para disimular el deterioro de su portada, lo cogió entre sus manos como quien abraza a una ex novia a la que amó con locura, medio siglo después de perderla.

El evento no solo es una oportunidad para adquirir discos, sino también un espacio de encuentro e intercambio de historias. Muchos asistentes comparten anécdotas sobre la búsqueda de ese álbum “imposible” o la emoción de encontrar una primera edición. Las conversaciones fluyen entre puestos, mientras el característico olor a cartón envejecido y la visión de coloridas portadas transportan a los presentes a otras épocas, cuando no podían comprar los discos que ahora, tras una larga vida de trabajo, pueden permitirse adquirir.

Los vinilos parecían haber muerto cuando aparecieron los cd y más con la llegada de lo digital, pero ahí siguen girando y alimentando pasiones. Los viejunos asistentes a estas ferias, mientras buscan algún disco que complete la banda sonora de sus vidas gastadas y llenas de rasguños incurables, se sienten inmortales sabedores de que sus corazones están hechos del mismo material.

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