Puntadas con hilo

María José Guzmán

mjguzman@grupojoly.com

La corbata del cura Lezama

Que comparen a Muñoz con Azcuna, el alcalde que transformó Bilbao, es un elogio y un gran reto

Luis de Lezama es un sacerdote atípico y un empresario de éxito que preside el grupo al que da nombre y que cuenta, entre otros negocios turísticos, con la Taberna del Alabardero y la Escuela Superior de Hostelería de Sevilla. Por ello, aunque está afincado en Madrid y es de origen vasco, suele visitar la ciudad con frecuencia. Y en su última ocasión, hace unos días, tuvo un simbólico gesto con al alcalde de Sevilla que no dejó indiferente a nadie. En medio de la gala de entrega de los premios de esta escuela, el cura Lezama se quitó su corbata y la ató en el cuello de Antonio Muñoz en señal de aprecio.

La anécdota estuvo precedida de un sentido elogio a los primeros pasos del alcalde tras estrenarse en su cargo que el propio Lezama quiso distinguir de los muchos panegíricos que, de seguro, también está recibiendo Muñoz, que vive desde hace ya casi dos meses un sueño del que, le advirtió el cura con experiencia, tarde o temprano acabará despertando. Y, probablemente, de sopetón.

El valor del aplauso de Lezama tiene un plus añadido porque al sacerdote no se le conoce afiliación ni marca alguna, ni eclesiástica ni política. Si hay una expresión que lo define bien es que va por libre. Y, sin necesidad de endulzar el comentario, el mejor halago fue una comparación con uno de los alcaldes que más gloria ha dado a Bilbao: Iñaki Azcuna. Y eso apunta muy alto.

El que pasó a la historia como el gran transformador de la capital vizcaína fue un político del PNV elegido en 2012 como el mejor alcalde del mundo por la británica City Mayors Foundation. Es una mera anécdota que se convirtió en un broche de oro a una carrera de éxito que hizo de una Bilbao sucia y gris industrial, una ciudad pujante, regenerada en todos los aspectos, turística y a la vanguardia. Azcuna fue un alcalde implicado que vivía y vestía el cargo, de gran sensibilidad cultural y que consiguió impregnar a Bilbao de su propia marca. Hay quienes dicen que Azcuna era a Bilbao lo que Woody Allen a Manhattan o, más cerca, Tierno Galván a Madrid. Nada sectario, demostró muchas veces ser el alcalde de todos, aflorando su sentido común por encima de su partidismo. Un hombre libre y sin complejos que consiguió la admiración de casi todos sus rivales y del pueblo, pues después de tres mandatos, el cuarto y último lo hizo con mayoría absoluta. Y todo éstos son espejos en los que, seguro, le gusta mirarse a Muñoz.

El capital humano, más que los recursos, son los valores que tiene una empresa, del tipo que sea. Y si se traslada el concepto de empresa al de ciudad, sin duda, se puede decir que el nuevo alcalde de Sevilla es un valor de primer nivel que, hasta ahora, sigue y sigue generando beneficios. Si tiene la virtud de Azcuna de ir sumando adhesiones políticas, a derecha y a izquierda, quizás él no se convierta en imbatible, porque en política hay muchas variables a tener en cuenta, pero probablemente que no habrá quien gane a Sevilla ni la baje de la posición que merece.

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