La ventana

Luis Carlos Peris

lcperis@diariodesevilla.es

Sin dejar de llorar por un hombre bueno

Lloro desde lo más hondo de mi alma por la muerte de un hombre bueno que, además, era mi amigo, un buen amigo. Y lloro por lo injusta que es la vida y quien la maneja, quien ordena repartir bendiciones y desgracias, que hay que ver la sobredosis de desgracias que le sobrevinieron al Mani cuando la vida apenas le concedía algo de cuenta atrás. Se me ha ido un buen amigo y lo ha hecho poco a poco, infortunio a infortunio, verso a verso, como regodeándose de la bondad innata de un gordito que casi como todos los gorditos era la bondad en estado puro. La vida de José Manuel Rodríguez Olivares, El Mani en el mundo, tuvo un tramo final para no parar de llorar. Desde la precariedad física fue víctima de una cruel soledad a la que miraba con la sonrisa que jamás se le cayó de la cara. Ayer lloraba Gines en su adiós y a mí no se me pasan las ganas de llorar, qué pena.

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