La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

La desmesura de algunos hosteleros

Podemos comprender el sufrimiento, pero no la reacción de quienes rompen la baraja y carecen de una visión global

Cualquiera puede comprender el enojo de la hostelería al ver mermadas sus expectativas de ingreso en unas fiestas que cada año se han alargado más, hasta el punto de que el calendario de almuerzos y cenas comenzaba a finales de noviembre. El Gobierno andaluz asume un riesgo al permitir a los restaurantes abrir dos horas y media por la noche. Lejos de reconocer este aumento de las horas de apertura, los hosteleros, o algunos de ellos, se han tirado al monte y exigen la dimisión del presidente andaluz, además de declarar rotas las relaciones entre ambas partes. Se trata de una reacción disparatada, desmesurada y fuera de lugar. La sociedad al completo lleva ocho meses sufriendo restricciones.

No sólo han cerrado bares en España, sino comercios de todo tipo y negocios muy variopintos, desde gimnasios a teatros, pasando por atracciones infantiles. Tal vez algunos hosteleros fallan en no ver la botella media llena, o en no apostar por la innovación. Baste un ejemplo: a los cinco minutos de terminar la comparecencia de Moreno, el Hotel Alfonso XIII remitía sus ofertas de comidas, cenas y hospedaje para estas fiestas, destinadas a los residentes andaluces. Cada vez son más bares los que ofrecen servir sus platos a domicilio. Urge esa renovación más allá de las legítimas reivindicaciones de ayudas directas. Pero, ojo, ni el Estado ni la Administración autonómica podrán socorrer a todos. La gente se está muriendo. Llevamos desde marzo contabilizando fallecidos.

El Gobierno andaluz ha demostrado un conocimiento preciso de la realidad al clausurar la vida social de seis a ocho de la tarde. Podrá tildarse de exceso por algunos, pero se trata de proteger nuestra salud. La Navidad está pasada de rosca desde hace dos décadas, bañada excesivamente en alcohol y metida en una espiral consumista que no sólo encrespa a los obispos, sino a cualquier ciudadano mesurado y criado en valores. Se comprende que esa evolución haya generado grandes beneficios a los empresarios de la hostelería, pero esta pandemia ha parado el mundo, ha dinamitado los esquemas de nuestra vida cotidiana y ha provocado más de 60.000 muertos en España.

Haría bien la hostelería, donde tantísima gente buena hay, en orillar el sector bochinchero que existe en todo gremio. Es tiempo de sacrificio, de diálogo, de comprensión y de sobreesfuerzo. Para todos. Esta vez el Gobierno ha sido hasta generoso. Y veremos si no se lo reprochamos en enero.

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