Después del intenso fin de semana taurino que hemos vivido en Huelva y en El Puerto y saboreando todavía las excelencias de un pletórico Daniel Luque, de la magia de Morante, del enciclopedismo del Juli y de cómo Talavante renovó sobre la campana la fe de sus adictos, un nubarrón le pone sordina a todo eso. Esa nube, negra como una noche sin Luna, nos llena de preocupación y es la insuficiente respuesta del público. Ya sabemos que estar al sol en esta ola de calor africano es un martirio, pero es que ni siquiera se llenó la sombra. Y es que en territorios tan toreros como Huelva y El Puerto, con tantos presuntos aficionados veraneando en sus playas, resulta desolador ver los tendidos con esos aspectos. Tras haberse disfrutado de los llenos en Sevilla, Madrid y Pamplona, lo de este fin de semana ha sido como el duro despertar de un sueño agradable. ¿Sólo un sueño?
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