La ventana

Luis Carlos Peris

Cómo duele sobrevivir a un hijo

CUANDO rebuscando en el laberinto del Marrurro se arañó el alma por seguiriya y se reencontró con el recuerdo imborrable de su hijo Curro, el coliseo tembló. Estábamos en la clausura de una Bienal para los anales y andaba a machetazos José Mercé, que también se reencontraba con lo atávico, con la verdad del arte flamenco. Sobrado para la puesta en escena y apoyado en una voz única, ese gitano rubio, como los grandiosos José y Juan, andaba buscándose por Alcalá y por la Cartagena de Levante que tanto suele escapársele mientras Pepe Habichuela miraba al Tomate y éste a Alfredo Lagos sin comprender qué pasaba. Todo fue a más, José fue reencontrándose para la antología que ha prometido, pero me quedo en cómo los entresijos del alma se me resquebrajaban cuando le cantó a Curro, su hijo muerto con sólo catorce años, y es que sobrevivir a un hijo...

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