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La tribuna

Manuel F. Sánchez Blanco / Arquitecto

La educación que ellos merecen

SIEMPRE he mantenido que la educación es autodidacta (a ser posible bien dirigida). Sin el deseo de aprender poco o nada puede conseguirse; por tanto, los profesores tienen a mi modo de ver una única misión: inculcar a sus alumnos el amor por aprender. Este -el aprendizaje- sólo puede adquirirse, lógicamente, por el estudio personal y solitario. La educación es, pues, un reto personal e intransferible, un acto de voluntad, una curiosidad satisfecha. Decía S. Weniberg: "La curiosidad intelectual que empuja a tratar de entender el mundo es una de las pocas cosas que eleva la vida humana por encima del nivel de la farsa". ¿Cómo hacerles llegar a ellos esta curiosidad?

Recuerdo que mi educación primaria y secundaria fue un auténtico desastre. Llegué a los 9 años casi sin saber leer y escribir, con los primeros pasos en aritmética y geografía y poco más (colegio público, años 60). Seguramente mis padres pensaron que aquello no podía continuar por más tiempo, de modo que fui a parar a una terrible prisión con nombre de colegio religioso. Allí recibí una educación pésima en manos de profesores incompetentes que realmente no lo eran, ya que el profesor de matemáticas, por ejemplo, era el farmacéutico del pueblo y el profesor de inglés un trabajador de la cercana base de Morón.

Tenía 14 años y ni por asomo había aparecido en mí el deseo de aprender. Creo que fue aquel verano soporífero de aburrimiento cuando cogí un folio en blanco y garabateé mis primeros poemas. ¿Qué me llevó a ello? Quizás el caer en mis manos una antología poética castellana que tenía mi padre (gran lector) y que rodaba por las estanterías de mi casa. En aquel momento descubrí la lectura, a la que poco a poco me fui enganchando. Una famosa novela de aquellos días me llevó a la filosofía y a la política. Descubrí por mí mismo a muchos pensadores y aquello resultó imparable.

Escribía V. Verdú sobre la generación del botellón -como él titulaba a esta generación de los jóvenes de hoy,- "… que más que una generación era una degeneración, ya que no leen, no visitan exposiciones, no se esfuerzan, no entienden la virtud del sacrificio, no se integran en las familias, se abstienen en las elecciones, faltan a la escuela, no creen en los padres ni en Dios, se drogan…". Para Verdú esto era el signo del final de una época y el inicio de otra y que los mayores, por tanto, no podíamos comprender. ¿Tenía razón?

Pero prosigamos con las malas noticias. La fundación de las cajas de ahorros ha analizado la educación secundaria y universitaria en nuestro país; su lectura es demoledora para todo el sistema educativo. Empecemos por la educación secundaria. Decía uno de los autores del estudio: "Nuestra secundaria es tan mala que en primero de carrera tenemos que impartir clases, que hace una década, correspondían a la ESO", continuaba, "a un niño de 11 ó 12 años se le pude obligar a cursar una enseñanza uniforme, pero a uno de 15 ó 16, ni lo sueñes. Habría que dejarles optar entre sus intereses y habilidades o aficiones, para que los contenidos les resultaran atractivos y no salieran huyendo ante la primera oferta de trabajo. Porque ahora estamos viviendo un drama terrible: los chicos que dejaron los estudios en busca del dinero que generaba la construcción están merodeando por las puertas de los institutos y no tenemos solución para ellos. Es muy triste ver a esos adolescentes tan perdidos, sin nada que hacer, sin futuro". Las estadísticas corroboran lo anterior: el 30% de los alumnos abandonan los estudios y el fracaso escolar, es del 40%. Impresionante.

Pero vayamos ahora a la enseñanza universitaria, según el citado estudio. Ésta sigue basada en las clases magistrales, dándole poca importancia a las clases prácticas (formación academicista). El desajuste entre lo que las empresas y el mercado demandan y las titulaciones universitarias es total; así encontramos bedeles en la universidad de Oviedo que son licenciados en Historia, o médicos con el MIR terminado haciendo sustituciones de un día o una sola noche.

¿Qué les diremos a ellos ahora? ¿Qué argumentos utilizaremos para hacerles estudiar una carrera universitaria? Termino con un hermoso pensamiento de G.Charpak y R.Omnés, que nos reconforta y anima: "Nada hay más necesario que dar a los jóvenes esa educación que necesitan y que se merecen, de la que resulten generaciones de hombres y de mujeres libres, capaces de entender por sí mismos el universo que les rodea y su significado. Urge hacerlo antes de que a los gurús, los traficantes de venganza, los adoradores de leyendas, o los iluminados les dé tiempo de apoderarse de ellos. Para que, por el contrario, reciban de los sabios el verdadero saber y de los poetas la lucidez y la iluminación de sus actos".

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