NOTAS AL MARGEN
David Fernández
Los profesores recuperan el control de las aulas
En la red social que ahora controla Elon Musk nos encontramos el otro día con un mensaje que era una delicia, como una moña de jazmín que de pronto te ofrecen en bandeja de mimbre, como una carta que abres y es un tarjetón para una ceremonia nupcial realmente apetecible, como una cruz de guía que te encuentras de pronto cuando ibas buscando otra cofradía. Y todo te sienta bien como nos sentó estupendamente cuanto leímos en la cuenta del comercio Casa Rodríguez, el del número 35 de la calle Francos, el dedicado a las borlas, flecos, pasamanería, brocados, tisús, damascos, terciopelos y ornamentos religiosos.
Decía el mensaje:“Hemos recuperado la estética de nuestra fachada de la tienda desde 1913, colocando zócalos de mármol negro”. ¡Bravo! Con un centro histórico cada vez con menos personalidad por la invasión de las franquicias, con unos bares tomados (y forzados)por los turistas y con unas calles inhóspitas de viernes a domingo, es una exquisitez tener estos comercios que tienen una gran particularidad: no hay otros iguales. Muchas de las franquicias que han tomado Sierpes, Velázquez o Tetuán pueden abrirse exactamente igual en Madrid, Barcelona o Badajoz, por poner tres ejemplos sin salirnos de España. Pero Casa Rodríguez sólo está en la calle Francos, como el café Novelty solo está en Salamanca o las confiterías Fantoba y Goya sólo están en Zaragoza y Vitoria, respectivamente. Estos comercios hacen única una ciudad junto con sus monumentos, trama urbana e idiosincrasia de su gente. Estos comercios son los que nos aportan un sello propio, los que nos hacen distintos, los que, si prefieren la expresión, nos conceden un valor añadido. Casa Rodríguez, Galán, Joyería Reyes, Ochoa, La Campana... Y esas cuatro o cinco tabernas que resisten al turismo invasor, porque hay alguna que ya ha vendido su alma a los denominados touroperadores.
Hay establecimientos anodinos que resultan excepcionales tan solo por el trato que ofrece su personal, gran clave de todo negocio. Y hay negocios que en sí mismos son un estandarte de la mejor versión de la ciudad. No los podemos perder. En Casa Rodríguez, por ejemplo, puede usted comprar un Niño Jesús que cuando llegue a su casa no sabe si es más hermoso el Niño o la caja en la que viene guardado primorosamente. Una ciudad que se precie no deja que se le vaya el vuelo directo a Nueva York, pero tampoco negocios que hacen que Sevilla sea digna de ser paseada. Apostemos por la autenticidad en tiempos de pastiche. Siempre hay alguien o algo que te sorprende. Se llama buen gusto. Ysí, el libro de los gustos está escrito, pero en realidad es un manual de... criterio.
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