Europa cambia los linces por las balas

20 de julio 2025 - 03:11

El nuevo marco financiero que está planteando la Comisión Europea para el período 2028-2034 no pinta muy bien para Andalucía. Hay demasiados frentes abiertos y todavía cabe la esperanza de que algunas cosas se puedan corregir; en Europa los grupos de presión funcionan más o menos correctamente, no hay que desestimar la influencia que ejerzan, aunque un cambio radical se antoja complicado.

Sobre todo porque la Comisión Europea ha optado por la tijera en la mayor parte de las políticas que la han conformado a lo largo de los años para destinar esos fondos a la defensa, es decir, a la compra de armas. Esa es la Europa que se está quedando por las tensiones entre Trump y Putin, en un período que recuerda a lo peor de la guerra fría.

Ese cambio de paradigma, que dirían los finos, se presta a muchos análisis y debates, pero hay uno en particular que llama la atención. Sobre todo porque desde Andalucía (en general, desde toda España) siempre hemos mirado a Europa con envidia ecologista; desde allí nos han obligado a reciclar, a impulsar la economía circular y a cuidar las emisiones contaminantes. Y nos han ido convenciendo.

La Agenda 2030 o el Pacto Verde Europeo nos parecían tan bucólicos como los prados alemanes que salen en las películas que TVE emite a mediodía de los fines de semana. Pero resulta que todo era eso, una película con bonitos paisajes. Porque la presidenta de la Comisión, Úrsula von der Leyen, ha decidido cargarse el programa LIFE, dedicado en exclusiva a la conservación del medioambiente y el clima y que se creó en 1992.

Un programa en el que la UE ha invertido la friolera de 5.500 millones de euros en todos estos años y que en Andalucía ha servido para recuperar una especie en peligro de extinción como el lince. Gracias a estos fondos, se ha conservado una especie que los biólogos entienden clave para el ecosistema en un modelo de gestión del que todos los gobiernos andaluces, todos, se han sentido orgullosos.

Pero el programa LIFE no sólo ha salvado a los linces, también está protegiendo las especies amenazadas de la fauna litoral, a las tortugas bobas, además de sufragar políticas de mitigación del cambio climático, entre otras muchas cosas. Y eso, sólo en Andalucía. España tiene muchos más proyectos medioambientales de recuperación de ríos y biodiversidad que, si no es con fondos públicos, tienen poco futuro. La explicación oficial es que esos proyectos “se integrarán en los planes nacionales y que se seguirá invirtiendo” en estas políticas. Habrá que verlo. Igual que a los verdes que pululan por los pasillos de Bruselas.

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