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José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

Un 28-F extraño

Este es el último 28 de Febrero de la legislatura del cambio y se celebra en medio de convulsiones de todo tipo

Han pasado ya más de cuarenta años desde el referéndum en el que Andalucía reclamó para sí una autonomía a la altura de la vasca y la catalana y que dio la fecha para que mañana se pueda celebrar un festivo más en el calendario anual, excusa para montar uno de esos puentes vacacionales a los que tan aficionados somos los españoles. No recuerda uno, en estas cuatro décadas, un 28-F que haya tenido lugar en medio de un paisaje tan convulso, tanto en lo nacional como, desgraciadamente, en lo mundial. Andalucía no es una realidad aislada. Todo lo contrario: a las incertidumbres que la rodean se unen las propias en unos tiempos en los que nada se puede dar por hecho, a pesar de que hay que reconocer que la región ha sido en los últimos tiempos, desde que vivió su primera alternancia política, un modelo de estabilidad. Una estabilidad precaria -dependía de un partido imprevisible como ha sido siempre Vox- pero estabilidad, al fin y al cabo.

Este va a ser el último 28 de Febrero del primer mandato de Juanma Moreno y de su coalición con Ciudadanos, una formación en fase de extinción y que ha dilapidado un enorme capital político de la forma más torpe que pueda imaginarse. Y va ser también el último Día de Andalucía en el que Moreno pueda agarrarse a la herencia del largo régimen socialista o la emergencia de la pandemia para justificar errores e inacciones, que de todo ha habido durante la legislatura del cambio. En cuestión de meses, más de los que en principio se pensaba, los andaluces tendremos que votar para decidir si las expectativas que se había depositado en la llegada de nuevos inquilinos al Palacio de San Telmo se han cumplido o se han visto defraudadas. Y al mismo tiempo, valorar si el cambio que se ha producido en el principal partido de la oposición es creíble y supone la rehabilitación de unas siglas que perdieron credibilidad social tras su larga permanencia en el poder. Pero habrá otra variable que conviene no despreciar: hasta qué punto se va a convertir en un factor decisivo de la política andaluza un partido que está en los límites del sistema y que ha hecho del populismo facilón su bandera.

Todo ello, en un contexto de profunda crisis nacional del PP, que tendrá que recuperar su papel de alternativa de poder de la mano de Alberto Núñez Feijóo y en el que Juanma Moreno tendrá que jugar un papel cada vez más destacado. Y con un Gobierno en la Moncloa que da claras muestras de agotamiento, dividido internamente y sin un proyecto claro de futuro. Un 28-F extraño, pero en el que Andalucía ha de tomar conciencia de que tiene déficits inaplazables y que cuatro décadas de autonomía no han servido para reducir el foso que nos separa del resto del país.

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