SOBREDOSIS de elucubraciones en las vísperas sobre el grado de distracción que sufriría el Madrid para solaz del Sevilla, pero la realidad más cruda le estalló en la mismísima cara a la tropa de Unai Emery. La crudeza de uno de los mejores Madrid del curso para una goleada que pudo ser de escándalo, pero que se desinfló con la expulsión de Higuaín a mucho tiempo del fin y que se sumaba a la ausencia de Cristiano después de su trío de goles.

Un mayúsculo infortunio más una genialidad de Cristiano iban a arruinarle la primera parte al Sevilla. Un Sevilla que hasta ese minuto 17 del afortunado gol de Benzema parecía bien asentado en la cancha para contener al Madrid más ofensivo del curso. Y es que Mourinho, dejándose de los dimes, e incluso diretes, que rodeaban este pleito, sacó un equipo plagado de delanteros, pues del ecuador en adelante únicamente Essien no es un futbolista de clara vocación atacante.

Con el inapelable zurdazo de Cristiano parecía que el Sevilla era carne de goleada, pero iba a surgir Jesús Navas para echarse el equipo a la espalda y sacudirse la aplastante superioridad del Realísimo. Es más, se sucedió una retahíla de saques de esquina y hasta dio ocasión a que, mediante un zurdazo ajustadísimo de Reyes, Diego López mostrase más cualidades que en los seis meses largos que fue sevillista y que tantas dudas levantó entre la clientela de Nervión.

El segundo tiempo lo afrontaba el Sevilla con la ilusión que provenía de su buen final de la primera fase, pero surgió otra vez Cristiano para hacer dos goles en un abrir y cerrar de ojos. Iba el Sevilla a Madrid con la autoestima por las nubes y la tremenda confianza agarrada con Unai, pero no pudo ser. El Madrid no sólo no se distrajo, sino que sacó lo mejor de su repertorio sobre la cimentación de un futbolista excepcional que atraviesa un momento sobrehumano.