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Azul Klein

Charo Ramos

chramos@grupojoly.com

El gato que cae de pie

Miguel Marín ha demostrado que no hay idea más revolucionaria para el flamenco que la colaboración

En tiempos de pactos cainitas en los que cada uno parece mirar por su propio interés y no por el bien común, se agradece acudir a un acto donde los convocados se pasan la mitad del tiempo celebrando la camaradería y unidad que han disfrutado en los festivales flamencos que organiza fuera de España desde hace veinte años el promotor Miguel Marín.

Estilos tan diferentes como los que pueden representar Sara Baras, Rocío Molina y Olga Pericet, por ceñirnos al baile, han permitido exhibir en el extranjero "una imagen muy bonita y verdadera de nuestro país", según expresión de la gaditana Baras, que como sus compañeras llama la atención sobre la importancia del esfuerzo privado que realizan Marín y sus propias compañías para defender un arte "que no tiene fronteras ni pasaportes porque va derecho al corazón".

El director y fundador del Flamenco Festival reunió ayer en el Cartuja Center a un excelente cartel de artistas para presentar la nueva edición de la cita que llena cada año los mejores teatros de Londres (lo volverá a hacer del 2 al 14 de julio con epicentro en el Sadler's Wells) y provocó una catarsis. Todos los intérpretes le declararon su gratitud y respeto por haber sabido no sólo llegar, sino mantenerse tras no pocas dificultades, como un proyecto privado empeñado en ofrecer en sus distintas sedes (de Nueva York a Abu Dhabi pasando por Sidney) la riqueza y excelencia alcanzada por el arte flamenco en las últimas décadas.

Sara Baras, que colabora con él desde el inicio de esta aventura que Marín ideó cuando estudiaba economía en Nueva York, cree que en el fondo empresas así sólo pueden lograrse si es un verdadero aficionado quien tira del carro. Rocío Molina, para quien el flamenco es "ese gato que cae 20 veces de pie", va un paso más allá al señalar que para evolucionar y crear un público fiel es necesario que alguien crea en ti y te anime a lanzarte y entregarte sin miedo, figura que ella encontró en Marín cuando aún actuaba en Casa Patas. Para Olga Pericet la creación tiene mucho que ver "con la vibración que se recibe del público", y de ahí la importancia de contar con espacios y residencias donde mostrar desde las primeras fases el propio trabajo, algo aún poco habitual en los teatros andaluces.

La aspiración del Flamenco Festival de abrir una ventana lejos de España por la que asomen distintas formas de expresión y los artistas, sin miedo al terruño, puedan experimentar con creadores de otras disciplinas (del jazz a la música tradicional árabe), ha resultado ser tan liberadora como fructífera. Frente a quienes quieren levantar muros y perpetuar estereotipos, Miguel Marín ha demostrado que no hay idea más revolucionaria para el flamenco que ahondar en la colaboración.

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