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Como soy más de campo que un Land Rover, si escucho hablar de "las grandes superficies" de Sevilla no puedo evitar imaginarme las grandes llanuras, los arrozales de Isla Mayor y el sol manso de la tarde echándose en la agrimensura de las marismas. Sin embargo, las grandes superficies de las que ahora se habla están soladas, techadas y tienen la luz y todo lo demás artificial. Asisto atónita al paroxismo con el que se ha vivido la reciente apertura del centro comercial Lagoh. Por lo visto, la inauguración ha sido lo más parecido que hay a la parusía: llamaradas y fuegos artificiales, presencia de gobernantes, un dispositivo especial de tráfico que incluye el refuerzo de los transportes que conducen a las almas hasta el vórtice comercial y una línea exprés para llegar más rápido a las ofertas que no podremos rechazar. También un túnel de viento, un simulador de olas, franquicias y negocios de gigantes de la moda. El día de la apertura se colapsó aquello, pues allí van los señoríos, derechos a consumir y los más chicos, que allí llegados, "son iguales los que viven por sus manos e los ricos". Imposible no intercalar esta visión con los versos de Manuel Vilas: "Hombres y mujeres que no creéis en nada/ pero sin embargo estáis enamorados/ os esperamos a todos en Ciudad Vilas./ Ven a Ciudad Vilas, te queremos./ Ven a Ciudad Vilas, triunfarás aquí". La manida frase "el pueblo de Sevilla se vuelca en los acontecimimentos" tiene algo de agotador, falsario e inquietante.

Leíamos el pasado martes a Magdalena Trillo, que explicaba que estos centros son microciudades (donde, a mi entender, no hay ciudadanos sino clientes) en las que no cabe hablar de "compras" sino de "experiencias". Verdad. Se lleva lustros perfeccionando la manera de lograr que compremos como si vendiéramos y que dejarse el sueldo sea algo excitante, una fiesta. Los rituales nos sientan genial a los humanos, así que conviene reponer los que han caído en desuso por otros nuevos, como el de acudir religiosamente a echar el día en un centro comercial. De hecho, estos templos del consumo se presentan como núcleos de ocio familiar, ligado a un tiempo libre (copio textualmente) "más creativo y participativo". Me pregunto cómo casa el impulso efectivo a este modelo con la presunta defensa del comercio tradicional y de cercanía, que mantiene con vida los negocios de la ciudad y la vida del centro y de los barrios. El chocolomo todavía no se ha inventado. Lagoh genera 1.800 empleados. Pero lo que de veras hace falta en Sevilla es generar 1.800 empleadores, a poder ser de la ciudad, a cargo de sus propios negocios. Y propiciar que la ciudadanía sea consciente de que hay vida y ocio familiar y grandes superficies -verdes y cerca y al aire libre- más allá de las grandes superficies.

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