El periscopio

León Lasa

La grandeza de la sencillez: Leicester

Las proezas del equipo inglés al ganar la Premier y del Atletico llegando a la final de la Champions nos reconcilian con los valores del deporte.

PARA quienes amamos el fútbol por encima de todas las cosas (y de no pocos humanoides) ésta que acaba ha sido una semana grande, la más grande del año. Dos semifinales de la Champions League apasionantes y, de propina, otras dos semifinales de la UEFA -ese otro torneo menor...-. Por si fuera poco, además, también hemos asistido al milagro de ver coronado como ganador de la Premier -con toda seguridad el torneo futbolero en el que más dinero se mueve- a un modestísimo Leicester; algo así como si en España todavía pudiera la Real Sociedad o el Deportivo, o incluso el Sporting de Gijón, alzarse con el Campeonato de Liga, cosas que podían ocurrir hace veinte o treinta años, pero inimaginables hoy en día. Somos muchos locos de esto los que, a falta de una gesta similar aquí en nuestra tierra del Betis o del Athletic, hemos seguido apasionados cada fin de semana los avatares del club de las Midlands. Las proezas del Leicester o del Atlético de Madrid, ganando el primero la Premier y llegando el otro a la final de Milán después de un épico partido en Múnich, le reconcilian a uno con los valores del deporte, del trabajo bien hecho, de la modestia, del tesón y del orgullo.

Rainieri y Simeone -éste último hace ya tiempo- han demostrado que con presupuestos más escasos pero bien gestionados y con personal motivado y enchufado se pueden conseguir metas insospechadas en un mundo muchas veces demasiado absorto en megaestrellas y galácticos. Y no solamente en el fútbol. En el otro extremo del arco podríamos situar al que probablemente haya sido el entrenador más sobrevalorado de la historia reciente: Guardiola ha dejado claro a los que todavía dudaban, que él, sin los Messi, Xavi, Iniesta, etcétera, no es capaz de conseguir nada reseñable. Y que Luis Enrique, con esos mismos jugadores (y probablemente cualquier aficionado con una buena dosis de sentido común), ha podido alcanzar los mismos éxitos que el catalán de diseño. El fútbol es cada vez menos un deporte y más una industria millonaria. Según los analistas especializados, el Leicester, después de su triunfo, ha triplicado su valor hasta alcanzar los 550 millones. La familia tailandesa que gestó -con algo de fortuna- el prodigio apenas pagó por la compra del club 170 millones. Y el año que viene, con su inclusión en la multimillonaria Champions League, los ingresos por derechos televisivos se multiplicarán. El resultado de una estabilidad financiera y jurídica, planificación a medio y largo plazo, gestores cualificados y profesionales humildes con hambre de triunfo: todo lo que falta en algunos clubes de latitudes más meridionales, que cuentan con más de cuarenta mil socios, y que no terminan de levantar cabeza.

PS.: Ahora que tan de moda están los nacionalismos, releo al impagable Josep Pla en su Cuaderno gris (por favor, no se vayan al otro lado sin echarle, al menos, un vistazo) y se queda grabada una de sus frases: "Es literalmente deprimente ver hasta qué punto han convertido este mundo en la quintaesencia de lo que es más desagradable".

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