Contemplándose con estupefacción cómo puede contar con partidarios el mandarinato que nos ha caído en desgracia, uno ve cómo la gente sale de sus casas como escapa el champán cuando se le descorcha. Está el personal piafante y con unas ganas de vivir formidables que se nota en esas caminatas que nos pegamos para no tener que subir de talla. Caminatas que sirven para adentrarnos por calles poco transitadas o en las que te encuentras con un escenario variopinto que se hace singular en zonas de veladores. Mañana habremos de agradecerle al Padrecito Estado que entramos en la fase 2, ya con la obligatoriedad de usar mascarilla y liberados de guantes, que es lo contrario de la primera consigna que recibimos. Y viendo el comportamiento de la gente, con esa ilusión desmedida que muestra, hay que preguntarse qué habremos hecho para merecer esto.
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