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Luis Sánchez-Moliní

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El hombre del tocho

En la era de Tik-Tok los efectos duran unos segundos. En breve se volverá a ver que el Gobierno está agotado

Pedro Sánchez, durante una de sus intervenciones en la moción de censura.

Pedro Sánchez, durante una de sus intervenciones en la moción de censura. / EFE

PASÓ la moción de censura y cada uno –faltaría más– tendrá su opinión. Pero hay un momento de especial intensidad dramática que cabría destacar, un instante en el que don Ramón Tamames adquirió la altura de un héroe shakesperiano. Fue sobre las 13:00 horas del pasado martes, cuando el candidato, ante el discurso del mañoso Sánchez, exclamó: “Que venga usted aquí con un tocho de 20 folios preparados para hablar de cosas que yo no he dicho...”. En ese momento, el viejo profesor se convirtió en el eco de un arquetipo, en un modelo universal que a todos nos representa, en este caso el de la víctima de la incontinencia verbal e intelectual de tanto desaprensivo que anda suelto en los mundos de la política, la cultura y la academia. ¿Quién no ha sentido alguna vez un momento de pánico en una conferencia al ver que el ponente sube al atril con un taco de folios que parece contener la edición de Francisco Rico de El Quijote? Muy conocida es la frase (quizás apócrifa) de Eugenio d’Ors: “en Madrid, a las ocho de la tarde, o das una conferencia o te la dan”. Esto es extensible a eso que los afrancesados más petimetres llaman “las provincias”. El problema es que, a veces, la conferencia te la dan en el bebe y te dejan noqueado hasta el día siguiente, con pajarillos girando alrededor de la cabeza, como en una producción de Hanna-Barbera. En la izquierda-Mary Shelley se observa cierta euforia por el tocho de Sánchez y el discurso de pellizquito de Yolanda Díaz. Pero olvidan que en la era de Tik-Tok los efectos políticos duran apenas segundos y en breve se volverá a escenificar la realidad de un Gobierno absolutamente dividido y agotado por sus contradicciones y meteduras de pata. Podemos es ya una bomba de relojería.Pero volvamos al tocho. Recientemente, un amigo me recordaba el caso de un famoso catedrático invitado a decir unas palabras en la inauguración de una placa dedicada a un poeta sevillano. Por motivos de agenda del alcalde, se le rogó que fuese breve, pero él, digno y académico, se negó a tal insulto y procedió a la lectura de su tocho ante la sufrida concurrencia, sin importarle los pequeños dramas de los que sufren de próstata, fascitis, cistitis o lumbalgia, del que tiene aparcado el coche en zona azul o una cita de trabajo. Uno de los rasgos del hombre del tocho es que, como los psicópatas, es incapaz de ponerse en la piel de los demás, de comprender sus sufrimientos. Creo recordar que es Jorge Semprún el que, en Autobiografía de Federico Sánchez, cuenta el interminable sermón sobre la producción agropecuaria cubana que tuvo que soportar la madrugada que conoció a Fidel Castro, el hombre tocho por excelencia. Sánchez no llega, ni mucho menos, a tal nivel, pero el martes rozó el modelo. Su tocho venció la moción de censura, pero ya veremos si convenció al electorado que en unos meses hablará en las urnas.

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