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La incógnita de Abengoa

¿Por qué los administradores alineados con los acreedores ha impedido hasta tres veces la toma de control del grupo?

Abengoa debería haber empezado una nueva etapa ayer, de haberse podido celebrar una junta de accionistas extraordinaria legalmente convocada porque fue solicitada por más del 3% del capital de la matriz del grupo el 30 de diciembre de 2020, casi dos meses antes de que el consejo de administración actual solicitase concurso de acreedores con la intención de impedir ser destituido y provocar la ruptura del grupo que se pretendía con el tercer rescate que ha fracasado.

La situación es bien distinta. La junta general de accionistas está suspendida cautelarmente por el juez a petición de los administradores y tiene pendiente resolver un recurso muy fundamentado en Derecho que impugna esa decisión. Aunque resolviese hoy, el daño ya está hecho. Y Abengoa está más en el abismo que nunca en el último lustro, desde que se impidió la ampliación de capital diseñada en 2015.

La plantilla del grupo, con toda razón, ha salido a protestar esta misma semana para recordar algo esencial, que no se permita que la multinacional se liquide y se pierdan miles de empleos. El 90% de los 3.000 trabajadores que tiene en España Abengoa están ubicados en Sevilla. Perder ese empleo sería catastrófico.

Cuesta entender por qué unos administradores que se sabían destituidos, al contar con medios técnicos para conocer que tenían perdida la junta de accionistas suspendida, llegan a poner todo en riesgo anticipando un concurso que no habría sido necesario durante meses sólo para evitar su cese y que los accionistas mayoritarios, que son más de 2.000 partícipes sindicados en Abengoashares, pusieran a uno de los suyos, el ex presidente de Amper Clemente Fernández, a pilotar Abengoa hacia un rumbo de recuperación del negocio y mantenimiento del empleo.

Pero mientras no se produce ese relevo que antes o después llegará -sea en junta general o mediante un acuerdo de cooptación-, en estas mismas páginas hemos sabido que la gran banca española apenas tiene exposición en el que podría ser el mayor concurso de acreedores de la historia empresarial española. Y es ahí cuándo surge la gran incógnita: ¿por qué los administradores de la multinacional alineados con los acreedores, tanto los destituidos en noviembre como los actuales, han utilizado cualquier ardid para impedir hasta tres veces que la mayoría del capital acceda al control del grupo? No es una cuestión menor. La respuesta está oculta en el laberinto societario y financiero creado desde 2016 en Abengoa. Su importancia exige que más pronto que tarde pueda responderse.

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