El indeciso

Lo que intenta decirles un tipo como yo es que se puede vivir sin un criterio inquebrantable, sin emitir un juicio categórico

06 de marzo 2021 - 02:31

Amenudo me asalta la impresión de que no tengo criterio, que no poseo un gusto definido, que mi curiosidad me lleva de un sitio a otro y eso origina, lo confieso, que no sepa de nada. Si alguien fisgoneara la lista de la música que escucho, por ejemplo, se asustaría por la mezcla imposible de referentes: los pobres Rachmaninov, Ryuichi Sakamoto o Michael Nyman, a los que recurro con frecuencia, conviven en el mismo saco con composiciones muy, muy petardas que, sí, me levantan el ánimo, pero también echarían por tierra de hacerse públicas la poca reputación que me queda. Suelo retener los nombres de los actores, de los escritores, pero se me olvidan pronto los de los grupos y cantantes, y me temo que es porque estos huyen en cuanto ven la basura sonora que puebla mi cabeza. Lo entiendo. Este verano, en una entrevista, me preguntaron por mis canciones favoritas, y el bloqueo y los nervios de saberme un inepto en este ámbito me llevaron a elegir, porque "me gustan los musicales", ejem, "alguna de Barbra Streisand". (Creo que un melómano como José Luis Cienfuegos aún no se ha repuesto de oír aquello). Toda mi admiración por Barbra, que se lo ha trabajado y comparte además un Oscar ex aequo con mi actriz favorita, Katharine Hepburn, y eso lo puede decir poca gente -de hecho no lo puede decir nadie más-, pero reconozcan que de todas las maravillas que se han grabado en un estudio, en fin, igual podía haberme currado una respuesta un poco menos excéntrica. Agradezco a mis amigos músicos, por cierto, que no me hayan retirado el saludo ni me hayan pegado aún una paliza.

A veces, cuando quiero justificarme, me digo que lo mío se debe a no tener prejuicios, que por eso valoro cosas tan distintas. Idolatro a Billy Wilder, pero en cuestión de humor tampoco puedo ir de sofisticado: ya no es que sea fan de Aterriza como puedas, es que más de una vez me han pillado desternillándome con alguna Scary Movie, y eso traspasa lo de placer culpable, debería pagarse con la cárcel. Y doy gracias a Dios porque no haya puesto ninguna telenovela en mi camino: estoy seguro de que, como le ocurría al amigo erudito de Nanni Moretti en Caro Diario, que se enganchaba sin remedio a los culebrones, yo caeré el día que me tope por accidente con una de esas series turcas que ahora arrasan.

En fin, lo que intenta decirles un tipo como yo, que pide una tapa en un bar y después se le antoja más la opción que eligió su acompañante, que un día piensa una cosa y al siguiente, tras leer algún artículo al respecto, la contraria, es que se puede vivir sin ideas firmes, sin tener un criterio inquebrantable, sin emitir un juicio categórico. Que no estén tan seguros de todo, amigos, que seguro que eso provoca una úlcera.

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