EN pleno desconcierto de la estrategia socialista, cuando Griñán amenazaba con ir a los tribunales si el Gobierno central, el de Chaves, no le paga a la Junta (¿de aquél, de éste o de los dos?) la liquidación pactada de la deuda histórica, tocaba en vísperas del congreso extraordinario del PSOE andaluz zanjar el horizonte de Monteseirín en la capital sin capitalidad y en la alcaldía sin liderazgo. Uno de los gestos más a mano para señalar a la opinión pública el deseo de renovación en los altos cargos y decantar la inercia de que los apeados arrostren la responsabilidad de los males que cabrean a la población.
Pero la coincidencia, en horas veinticuatro, de la condena en el Tribunal Supremo contra dos personas cercanas a la estela política y mitinera de Monteseirín (José Marín y José Pardo), pesa como una losa por más que toda la ciudad era consciente de que en cualquier momento se sustanciaría la búsqueda de una ocasión para anunciar el adiós electoral de Monteseirín. Al día siguiente de confirmarse las primeras penas de cárcel por corrupción en el Ayuntamiento de Sevilla, el responsable político del gobierno local activa la cuenta atrás de su marcha.
Monteseirín quiere ser recordado como el alcalde que peatonalizó la Avenida de la Constitución, inauguró la primera línea de Metro y articuló la red de carriles bici. El PSOE en bloque patrimonializará esas realizaciones apoyando todos a una al nuevo candidato, inmaculado y emprendedor, desmarcándose de todo lo que suene a Mercasevilla y demás pufos, retrasos o bandazos. Mucho trabajo tienen los pintores del poder para darle un lavado de cara a un gobierno local muy desacreditado en la izquierda sociológica (tanto la obrera como la universitaria). Necesitan que deje de llover ya para reparar los estragos del temporal político-judicial bautizado como Mellet, Ponce, Castaño, Marchena, Mir y demás allegados al actual alcalde. En ese contexto, la cohabitación entre un alcaldable que lanza promesas y un alcalde en el que su partido no confía desde 2006 se malicia harto difícil. Y blanco fácil para la oposición.
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