Queman contenedores y coches por el Aljarafe, se especula con un adelantamiento espectacular del toque de queda, se va la economía por los desagües de la miseria, las colas del hambre son cada día más largas y la vida sigue. La vida sigue, los entierros son a cencerros tapados, se hacen imposibles las despedidas a seres queridos y un horizonte de penumbra se nos abre para un devenir tenebroso, pero la vida sigue. Se presenta algún libro, no muchos, se cierran hoteles en cascada con fechas de reapertura basadas en el optimismo más infundado y cuando dan las ocho de la tarde en la Avenida parece que ya es medianoche. Pero la vida sigue y acaecen actos entrañables como el que se celebró en la Macarena mediante el nombramiento de diez macarenos como patrimonio inmaterial de una hermandad que lucha a machetazos por recuperar la normalidad.