La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El desgarro de la muerte en el Parlamento de Andalucía
La ventana
RECORDABAN ayer casi todos los papeles que se cumplía el cuarto de siglo de la muerte de un torero. Un joven torero madrileño que iba camino de encaramarse en lo más alto del escalafón y que un año antes de su muerte había formado parte de un cartel que puede considerarse como el más desventurado en la historia del toreo. Ese torero muerto tan joven en una plaza de la Sierra de Madrid era el tercer espada en Pozoblanco la tarde en que cayó Paquirri. Toros de Sayalero y Bandrés para Paquirri, El Soro y Yiyo, pero la casualidad quiso que uno de los ganaderos, Juan Luis Bandrés, fuese asesinado en su despacho de la naviera Isnasa, que Paquirri cayese aquella tarde y Yiyo un año después y que, por si fueran pocas las desgracias, El Soro anda con muletas, inválido tras un percance en Sevilla. ¿Cabe maldición mayor para un grupo de personas que un día coincidieron en un pueblo de Los Pedroches?
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