Notas al margen
David Fernández
Del cinismo de Sánchez a la torpeza de Feijóo
LA descalificación había entrado en desuso, pero la ha traído de un olvido justo el coordinador general del PP, Elías Bendodo. Pedro Sánchez, según el malagueño, sería “un mal español”. Es de suponer que lo ha hecho más por ignorancia que por mala fe, por un desconocimiento supino de su propia historia y la de este país.
Cuentan que a Franco no le gustó nada El Verdugo, de José Luis García Berlanga, porque se entendió como un alegato contra la pena de muerte en unos momentos en los que estaban recientes unos ajusticiamientos del régimen. No hubo posibilidad de retirarla, porque había recibido el premio del Festival de Venecia, así que en un Consejo de de Ministros se despacharon a gusto: que si Berlanga era un traidor, un amigo de los comunistas, un masón, un concurso de insultos y descalificaciones que Franco zanjó de este modo: “Es peor que todo eso, es un mal español”.
Décadas antes, Marcelino Menéndez Pelayo escribió su monumental Historia de los heterodoxos españoles, que es de donde bebieron los formuladores de la anti España como acusación suprema. Ahí se señalaban a los moriscos, judaizantes, alumbrados, erasmistas, ilustrados, afrancesados, librepensadores y krausistas, todos ellos considerados malos españoles de una España que consideraba al catolicismo como la membrana que reunía y blindaba. Si el régimen de Franco, que mutó ideológicamente a lo largo de sus cuatro décadas, se puede definir de un solo modo fue por el llamado nacional catolicismo, excluyente y totalitario.
No es una característica propia del nacionalismo español, también hemos escuchado hablar de los malos vascos. Cuando Mario Onaindía falleció, hubo semblanzas de este político que fue miembro de la primera ETA, que se apartó cuando comenzaron los asesinatos, que transitó con otros militantes hacia un partido constitucional –Euskadiko Esquerra– y que, finalmente, combatió con la palabra a la banda. “Pero ha sido un traidor de su pueblo”, escuché.
No sé cuál es la fórmula del PP actual para apaciguar Cataluña, pero sí conozco cómo actuó en 2017 para que no se independizase. De modo negligente. Dejó toda la acción en manos de los jueces, como quien pleitea ante los tribunales por una linde, y en función de si quien mandaba era Soraya o Cospedal se entregaban menos o más a una panda de policías coordinados por un ex comisario corrupto. Malos españoles.
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