La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

La mentira de las luces de Navidad

La sociedad de consumo ha banalizado el sentido originario de nuestras principales fiestas

Las luces de Navidad no dicen nada. Son una farsa un año más. Una impostura. La luz por la luz. La luz como equivalencia de alegría artificial, sin base, sin origen, sin fidelidad al significado original. Las luces de estas fechas recuerdan mucho al que mandaba a su hijo a una cofradía por el mero hecho de que el crío no se sintiera orillado del grupo de amigos, como si se tratara de una actividad extraescolar más. Lo importante es participar. Qué más da el sentido de la cofradía en la calle, la celebración de la Pasión y Muerte de Cristo. Se trata de colocarse un vestido, un disfraz, una ropa especial como la que llevan decenas de niños de monaguillos o de nazarenos.

La cultura de la participación por la participación es una de las máximas de esta sociedad adocenada, de la bulla, que camina por las calles para consumir cualquier experiencia gratuita. ¿Quién explica hoy el sentido de la Navidad? ¿Quién enseña la adoración del Niño Jesús? Se trata de tomar la calle, de consumir, de estar, de participar, de ir en el sentido de la manada, de ir por allí porque todo el mundo tira precisamente por allí. Qué pesados quienes tratan de respetar el sentido original de las cosas. Qué paliza de retrógrados. Después esperaremos en la tercera fila de un bar a que haya un camarero desganado que quiera echarnos cuenta, nos atienda, nos sirva los platos en el mejor de los casos encima de la máquina de tabacos, donde no habrá ni para apoyar el cesto de los picos, y si quieres limpiarte las manos haz cola en el urinario y reza para que haya papel higiénico. La Navidad en Sevilla es una maravilla.

Siempre quedarán esas casas que son lamparillas de guardia de la Navidad más pura, donde se coloca el Niño Jesús en la Nochebuena, donde el rey de reyes recibe las oraciones que son villancicos o los villancicos que son plegarias de amor. Es curioso que la Navidad cada vez ruge más en la calle, pero la auténtica se vive con más intensidad en las casas. La sociedad de consumo, la ignorancia y la falsa cultura de la participación han perjudicado directamente la base de nuestras fiestas, banalizadas, cosificadas y desprendidas de su sentido originario. Ocurre con la Navidad como sucede con la Semana Santa.

Los talleres de los chinos de los polígonos son los que se han apropiado ya del negocio de las túnicas de ruan de los nazarenos. Nuevos tiempos donde hasta los negocios de siempre ven perjudicado sus nichos. Salgan a la calle, gasten, vean las luces que son el opio del pueblo. La Navidad es estar en la calle, reír, participar y eso que se dice con la boca llena como expresión del éxito total: disfrutar. ¿Se trata de eso, no?

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