Vía Augusta
Alberto Grimaldi
Anatomía de un bostezo
Un presidente del Gobierno no puede arremeter contra el presidente de una de la grandes empresas del país. “Hay empresarios comprometidos con España. No es el caso del señor del Pino”, dijo Pedro Sánchez hace un mes del máximo responsable de Ferrovial. Una vicepresidenta no puede tildar de “señorito” al jefe del Ejecutivo de una gran autonomía como la andaluza, como hizo esta semana Teresa Ribera de Moreno a cuenta de la polémica de los regadíos de Doñana. Que Ferrovial decida fijar su domicilio social en Holanda puede no ser estético, por supuesto es opinable y sin duda es polémico. Pero estamos en un mundo globalizado y de libre mercado. Tenemos las mismas cafeterías y tiendas de ropa en Madrid, Roma y Amsterdam. Jugamos en la Unión Europea, que es unión pero mantiene diferencias tributarias (he ahí la clave) y de ordenamientos jurídicos (como bien se lo tenía estudiado el acólito despeinado de Puigdemont).
Los accionistas han tomado una decisión incontestable en el ejercicio de su libertad, lo que supone una mala noticia para España y, por lo tanto, para un Gobierno sin autoridad moral ni capacidad para retener a la compañía. Nos cuentan machaconamente que la empresa ha crecido con una cantidad innumerable de contratos de obra pública. Pues ya sabe lo que tiene que hacer el Gobierno: introducir en los pliegos de los concursos que las empresas estén al día con el Fisco y primar que tengan el domicilio social en España. ¡Ahora apelamos a la patria! ¿No éramos plurinacionales? ¿No evitamos pronunciar la palabra España no vayamos a parecernos a Blas Piñar, el señor que cita Pachi López? Adiós, Ferrovial, adiós. Algo se muere en el alma cuando Ferrovial se va...
Mala noticia para España y sus gobernantes, pero nos tememos que no será la única. Acostumbrémonos todos a estas mudanzas, tome nota la Unión Europea y afánese el Ejecutivo en arbitrar las condiciones para que no vuelva a ocurrir. La empresa ha tomado una decisión y ha asumido los riesgos. Apelar a las obras públicas que ha realizado la compañía es agarrarse a una versión de la Señorita Pepis o, peor aún, a una que se sostiene en el muy antiguo y caciquil “yo te he dado de comer”. Estamos seguros de que Sánchez no deseaba esta mudanza. Pero su reacción revela impotencia y nerviosismo. Tanto como la de la señora Ribera al recurrir a la denominación de “señorito” para referirse a Moreno. Sánchez, por cierto, acentuó el despropósito al referirse a Doñana como el “cortijo” del PP. Topicazos que revelan impotencia. Pierde la política. El Gobierno arrea, no argumenta. Con Ferrovial y con los regadíos del parque nacional.
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