La ventana

Luis Carlos Peris

lcperis@diariodesevilla.es

El naranjo en el ADN de la ciudad

Aparte de tener poca credibilidad el calificativo de vulnerable, prescindir del naranjo sería arrebatarle a Sevilla gran parte de su ADN. Disminuir el aroma a azahar sería como opacar la lunita plateada que ilumina Santa Cruz según metió en el pentagrama Carmelo Larrea. Sevilla tuvo que ser, con su lunita plateada, testigo de nuestro amor bajo la noche callada es lo que escribió el célebre compositor vasco durante su estancia en nuestra ciudad. Y si a esa Dos Cruces, que así se llama la canción, le privas del olor a la flor del naranjo, la pieza baja enteros, vamos que si bajan. Inimaginable la placita de Doña Teresa Enríquez sin naranjos, o Cardenal Cisneros sin oler a azahar a la entrada de Las Penas o las Siete Palabras. Fíjese si será trascendente el naranjo en Sevilla que hasta tiene la ciudad un par de patios de los Naranjos, conque a ver si respetamos a dicho árbol.

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